Editorial

La delincuencia del realquiler de pisos

La plataforma Airbnb debe revisar sus filtros para evitar a los intrusos que quieren hacer negocio fraudulentos

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A río revuelto ganancia de pillos y delincuentes. La expresión podría servir perfectamente para acercarnos de forma coloquial a lo que está sucediendo últimamente en el sector inmobiliario de Barcelona, y muy especialmente en lo que hace referencia a los pisos turísticos. El caso de una ciudadana que ha tenido que convertirse en ocupa de su propia vivienda para poder recuperarla ilustra los graves desajustes del sistema. Su historia roza el esperpento si no fuera tan dramáticamente real. Alquiló un piso de su propiedad a una persona que a su vez la realquiló a través de la plataforma 'on line' Airbnb a un precio que le permitía obtener una rentabilidad mensual del 500%. Tras conocerse la noticia, varios propietarios han denunciado ser víctimas del mismo truco, lo que daría a entender que estamos ante un fraude que aprovecha los resquicios legales de la sofocante presión turística.

 De confirmarse la existencia de este tipo de delincuencia del realquiler ilegal, la respuesta judicial debe ser la primera, para localizar a los protagonistas de la trampa, pero tampoco la única. Si en todos los casos conocidos hasta ahora la empresa Airbnb aparece en el centro de la ecuación, como vehículo necesario del abuso, alguna aclaración deberán dar sus directivos, –o habrá que exigírseles– más allá de la inaceptable respuesta de ofrecerse a «mediar con los anfitriones» que han recibido hasta ahora los afectados.Una empresa de enorme presencia planetaria en el ámbito de la vivienda de alquiler no puede carecer de filtros eficaces para desenmascarar al intruso que quiere aprovecharse de su potencia en el mercado. De lo contrario, no podrá extrañarse si se la acusara de complicidad. 

Coinciden todas estas revelaciones con los resultados del último barómetro municipal sobre la ciudad, que aporta una novedad. Por primera vez el turismo encabeza el ránking de las máximas preocupaciones de los barceloneses por delante del paro y la crisis económica, tradicionalmente en cabeza de esa lista negra. El dato es bien significativo y nos interpela a todos. A las autoridades, para gestionar la masificación turística y evitar los procesos de gentrificación de los barrios, pero también a todos los ciudadanos, para evitar caer en la inútil 'turismofobia' que impediría tejer un modelo de convivencia respetuosa entre vecinos y visitantes.