EL ÓRDAGO SOBERANISTA

Del portazo al lamento

JOAQUIM COLL

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En septiembre del 2012, Artur Mas fue a la Moncloa a buscar el no de Mariano Rajoy al pacto fiscal. Fue a solemnizar una negativa que le sirviera de excusa para convocar unas elecciones con las que creía poder obtener la mayoría excepcional. No fue Rajoy sino Mas quien dio el portazo al diálogo, pues sabía de antemano que estaba planteando un imposible. En junio de ese año el Ejecutivo español había solicitado a Bruselas el rescate para la banca. Tras el batacazo electoral, Mas optó por hacer suya la estrategia rupturista de ERC. Quiso dejar de ser la copia, para convertirse en el original del proceso secesionista. El resultado ha sido desastroso para Mas, que desde entonces es un líder menguante, a mayor gloria de Oriol Junqueras. Para acabar de rematarlo, el hundimiento del mito de Jordi Pujol, su padre político, va a tener consecuencias aún más devastadoras. Tiempo al tiempo.

Ahora, el instinto de supervivencia le lleva a desarrollar una agenda paralela a la consulta. Ayer no fue a buscar el enésimo argumento para convocar plebiscitarias, que serían su tumba definitiva y la de CDC, sino a justificar que hay vida más allá del 9-N. «No todo se acaba con la consulta», le escuchamos decir en la rueda de prensa. Que la reunión durase más de dos horas no es una mala noticia y que Mas quisiera subrayar la existencia de un clima de diálogo sobre otros muchos temas, es positivo. Reducir la política catalana a una consulta agónica es un error monumental. Tras el portazo de hace dos años, ayer Mas solo pudo recoger su propio lamento. Pese a la brutal coacción social y política, no ha logrado mover un ápice la posición del Gobierno español y tampoco del PSOE, más allá de hacer cada vez más evidente la necesidad de una reforma constitucional.