«Del lugar más humilde sacas una lección de dignidad»

Carmen Becerra, una viuda humilde pero tenaz, y Pedro Alfonso Juárez, un letrado de oficio, retaron a un coloso energético. Y ganaron.

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GEMMA TRAMULLAS

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Esta versión de carne y hueso de la historia de David contra Goliat arranca el 11 de agosto del 2014, cuando una subida de tensión afectó a la instalación eléctrica y quemó electrodomésticos en varias escaleras de vecinos del barrio de Sant Jordi, en El Prat de Llobregat. Una de las afectadas, Carmen Becerra, viuda y con pocos recursos, pasó diez meses sin agua caliente y reclamando insistentemente a Endesa. Dos años después, y con la ayuda de Pedro Alfonso Juárez, su abogado de oficio, ha logrado que un juez ordene al gigante energético el pago de la reparación, una compensación por daños morales y una sanción por incumplimiento de contrato.

-¿Siempre ha vivido en El Prat? Carmen: Vivíamos en una barraca de Mont-juïc y en 1968 nos realojaron en el barrio de Sant Cosme. Cuando me casé me trasladé a un piso de protección oficial en el barrio de Sant Jordi. Trabajé cosiendo hasta que mi marido enfermó y lo dejé para cuidarle.

-¿Qué daños provocó en su casa la subida de tensión de agosto de 2014? C.: Se quemó la placa eléctrica de la caldera, con lo que me quedé sin agua caliente, y se estropeó una cafetera de cápsulas que me habían regalado mis hijas. A los vecinos que tenían seguro les cambiaron los electrodomésticos dañados, pero yo no tenía seguro ni dinero para reparar la caldera.

-Pero tenía derecho a reclamar... C.: Lo hice, varias veces, y les mandé todos los documentos que pedían. Pero pasaron septiembre, octubre, noviembre, Navidad... y nada. Hacía mucho frío y para bañarme calentaba ollas de agua en la encimera eléctrica. Los recibos del gas seguían llegando a pesar de que no podía usarlo y, como no los pagaba, empezaron a llamarme a todas horas de una empresa de cobro de impagados. Estaba tan desesperada que se me caía el pelo.

-¿Nunca pensó en claudicar? C.: No, cobro una paga de viudedad y no tengo dinero para la reparación; además, yo no quemé la caldera. He pasado muchos palos en la vida y de los palos se aprende. Estaba dispuesta a llegar a donde hiciera falta, pero sola no podía enfrentarme a un gigante.

-Ahí es donde Pedro entra en la historia. C.: En el ayuntamiento me dijeron que fuera al juzgado y pidiera un abogado de oficio. Él ha sido mi salvación. A todo esto, en junio del 2015 me contestaron por fin para ofrecerme 440 euros de indemnización. Lo rechacé. Sentí que me lo daban para que callara; me sentí pisada, como si lo mío no tuviera valor. Yo no pedía dinero, solo que arreglaran lo que me habían roto. / Pedro: Cuando conocí a Carmen, le temblaban las manos, se veía que sufría. Yo llevaba poco en el turno de oficio y era mi primer caso contra una empresa tan grande. Su empuje me ayudó a llevarlo adelante.

-El juicio se celebró en mayo de este año. ¿Cómo fue? P.: Ellos se presentaron con un tocho de informes periciales y culparon a Carmen por tener mal la instalación. Pero incluso la mejor instalación se hubiera quemado. La relación causa-efecto estaba clara; lo difícil era conseguir la reparación moral.

-Pero lo lograron. ¿2.000 euros la compensan por todo lo que ha pasado? C.: No es una cuestión de dinero, sino de justicia. Es increíble que una empresa tan grande ponga tantas trabas en un caso tan pequeño. Ojalá tuviera estudios para defender a la gente que no tiene dinero. En este caso fueron 200 familias las afectadas, y si nos uniéramos arreglarían algo más.

-¿Qué ha sacado de este caso el letrado? P.: Que hay que luchar y no rendirse nunca y que del lugar más humilde sacas una lección de dignidad.

El pasado 3 de septiembre otra subida de tensión afectó a dos escaleras de vecinos, entre ellas la de Carmen. El caso vuelve a estar en el juzgado.