Del corralito al lenguaje comanche

JOAN TAPIA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las encuestas del fin de semana tienen tres coincidencias. Una, la lista de Junts pel Sí baja de los 71 escaños que ahora tienen juntas ERC y CiU al entorno de los 62-66, por lo que parece difícil (no imposible) que logren la mayoría absoluta. Dos, habrá mayoría independentista (68 escaños) porque la CUP saltan de tres diputados a un mínimo de ocho. Así la mayoría soberanista podría ser incluso algo superior a los 74 escaños que tuvieron (con Unió dentro) en el 2012. Tres, ninguna encuesta da al separatismo una mayoría de votos ya que el máximo (en la de 'El País') es un 49,9%.

Si fuera así estaríamos ante un empate… difícil de desempatar. El separatismo (en el supuesto de que se entendieran Junts pel Sí y la CUP) tendría legitimidad para gobernar en el marco autonómico porque tendría mayoría de gobierno. Pero no podría implementar su programa, la independencia rápida, porque se habría estrellado en el intento de plebiscitarias. Con un 45% o un 49% de los votos contra un 55% o un 51% de todos los no independentistas juntos y revueltos es imposible proclamar la voluntad inequívoca del pueblo catalán. Y más complicado todavía obtener algún respaldo internacional. Podríamos entrar en un periodo largo de choque -espinoso o agónico pero siempre muy negativo- entre los dos gobiernos.

Pero el resultado del domingo puede ser algo distinto. Primero, porque las encuestas están hechas justo después del 11-S. Segundo, porque un 20% dice estar indeciso o se niega a contestar. Tercero, porque la campaña electoral está subiendo de tono y puede ser mas decisiva que en otras ocasiones.

El separatismo había pregonado siempre -con la fuerza y la propaganda del gobierno catalán detrás- que la independencia solo tenía ventajas económicas. Ahora líderes europeos -CameronMerkel…- han advertido de la exclusión de la UE y la banca ha lanzado una seria advertencia con la firma de dos relevantes bancos catalanes, Caixabank y Sabadell. Porque una independencia efectiva de Catalunya sin acuerdo con España -o incluso la verosimilitud de ese escenario- puede originarles turbulencias.

Y si Catalunya se convierte, aunque sea por unas horas, en un país ajeno a la UE, esas entidades para seguir recibiendo liquidez del BCE y ser solventes deberían trasladar su sede a un país de la UE. Es un escenario algo tremendista porque Catalunya no tendría independencia efectiva sin algún reconocimiento de España pero…

Quizás el gobernador Linde se excedió al hablar de «corralito» pero romper un Estado en una Europa que afronta serias crisis -la económica, la de la inmigración y la de ser gestionada por consenso de 28 gobiernos- no es coser y cantar. Y la respuesta de Artur Mas en lenguaje comanche hablando de «los grandes jefes de Madrid» a los que los «indígenas» tienen que hacerles un «corte de mangas» indica que entiendo poco y que suben los nervios. Por no hablar de Romeva comparando con la lucha de los negros americanos por la igualdad. Entre los corralitos de Linde y el lenguaje comanche de Mas la campaña se ha encrespado mucho. Y puede tener efectos de dirección imprevisible.

La solución más racional al empate permanente en el que vivimos desde el 2012 (grosso modo un 45% aboga por la separación y el otro 45% es contrario) está en una nada fácil negociación con el Estado que dé a Catalunya mayor autogobierno. Prueba: en una Catalunya independiente solo el 23% querría la nacionalidad catalana. Otro 17% optaría por la española. Y el 57% la doble nacionalidad, incluyendo un 46% de electores de Junts pel Sí y un 58% de la CUP. No es tan fiero el separatismo como se imagina.