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Dejad de leerme

RISTO MEJIDE

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Dejad de leerme. Dejad de comprar mis libros. Tal cual os lo pido, de verdad. Este Sant Jordi me habéis convertido una vez más en uno de los 10 autores más vendidos de la jornada y ha sido todo un detalle que agradezco en el alma, pero en realidad no me estáis haciendo ningún favor. Ni a mí ni a la industria editorial.

Yo quisiera no vender en Sant Jordi. Quejarme continuamente de lo mal que está el sector y mirar por encima del hambre y con displicencia a los autores "mediáticos" mientras mascullo algún aforismo de Góngora nada amable pero muy bien traído para la ocasión. Tener la coartada perfecta para no haber conseguido jamás un 'best seller'. Poder decir que si yo no vendo es porque no me vendo. Decir que yo hago Literatura con L mayúscula, jamás productos de gran consumo. Menuda vulgaridad.

Yo quisiera dejar de tener tanta gente en la cola de firmas. Ya, ya sé que algún día me llegará, a ver si es cierto, porque así no me tendré que oír las muestras de cariño que he tenido que aguantar estoicamente este año. Gente a la que le ha cambiado la vida una frase que escribí. Gente que se atrevió a dar ese paso en su negocio o en su relación sentimental. Gente que está librando la dura batalla de construir su propia marca. Gente que ha superado alguno de sus miedos tropezando con palabras mías. Gente a la que uno de mis libros le ha hecho abrir otros más. E incluso gente que me agradece haber podido reírse conmigo entre sesión y sesión de quimio en el hospital.

Yo quisiera leer las crónicas de la jornada y ver cómo periodistas que jamás han vendido un ejemplar ponen a parir a los que sí lo han hecho, comparándolos a todos con la exmujer de algún torero, atribuyendo todo su mérito única y exclusivamente a la tele. Como si vender fuese tan fácil como anunciarse. Pobrecitos, cómo se nota que no saben ni de lo uno ni de lo otro.

Pero no, en vez de eso, me habéis convertido en un autor de éxito. Menuda putada. Rompí stocks en toda Barcelona a las cuatro horas de estar firmando, a saber lo que habría pasado con una buena planificación por parte de las librerías y de mi editorial.

Pero en fin. Ahora tengo que andar otro año pidiendo perdón por vender, diciendo que es todo única y exclusivamente gracias a la fama que te da la tele. Sí, porque todos sabemos que los lectores sois idiotas, que cuando me podéis consumir gratis desde el sofá de vuestra casa, lo que en realidad estáis deseando es desplazaros a vuestra librería más cercana, revolver entre cientos de competidores y acabar desembolsando veinte eurazos en la deconstrucción de un árbol y tinta, simplemente por el placer de tenerlo, pues encima las estadísticas dicen que ni lo leeréis.

Y leerme, uf, total para qué. Dedicarme un tiempo que no tenéis para leerme a mi y no a otro, y ojo que me lo habéis demostrado con vuestro cariño no ya en uno, sino hasta en ocho Sant Jordis, pues cuando uno lleva seis libros publicados y reeditados en más de 20 ocasiones, ya lo vuestro pasa de ser molestia pura y dura a masoquismo ilustrado. Que sí, que sí, que estáis fatal.

Lo único bueno de todo esto es que los autores que no vendan se irán muriendo, o mejor dicho, los irá matando el mercado. Y quedarán todos los demás. Los que no entiendan la diferencia entre vender y tener algo interesante que contar. Los que hayan aprendido que algo es de valor cuando lo valida un mercado, y no al revés. Los que ya no conciban sector sin industria, autor sin lectores, ni lanzamientos sin publicidad.

Dejad de leerme, hacedme caso y leed a los que no venden nada, que esos son los de verdad.