Dos miradas

El dedo de la CUP

Monumento a Colón, en el que destaca su dedo desproporcionado.

Monumento a Colón, en el que destaca su dedo desproporcionado.

EMMA RIVEROLA

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Colón, impertérrito, sigue en su atalaya. Señalando el mar, la ruta que nos llevaría al puerto desde donde partieron sus naves. Curiosamente, su dedo señala en dirección contraria a su destino. Curiosamente también, él no levó anclas para descubrir nada, menos aún para conquistar, ni para masacrar ni colonizar, su única intención era llegar a las Indias. Por el camino se encontró un continente ignoto y la ambición de los hombres hizo el resto.

La lección ya la aprendimos en primaria. Nada nuevo. Aunque sí lo es retorcer la historia hasta hacer caer los desmanes del futuro sobre los protagonistas del pasado. La revisión podría ser inabarcable. ¿Dónde marcamos los límites? ¿Cuánta inocencia exigimos? Hasta el gato de Botero sería condenable por esa perversa inclinación felina a torturar sus presas antes de acabar con ellas.  

Podemos hacer revisión de nuestra memoria. También de los símbolos. Retirar la estatua de un esclavista como Antonio López es positivo para la salud colectiva y una cuestión de justicia para sus víctimas. Plantear la retirada de Colón es jugar a la astracanada, a inventarse órdagos para llamar la atención, a impregnar la política de ignorancia o de frivolidad. Tenemos demasiados muertos en las cunetas como para banalizar la memoria. La CUP de Barcelona, como el navegante, quiere llegar a un puerto, pero indica el camino contrario. Bienvenida a la inútil, vieja y cansina política espectáculo.