Geometría variable

La decisión de Zapatero

JOAN TAPIA

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No he podido leer el libro, pero en los bolos para venderlo, Zapatero confirma cosas que, algo aventuradamente, he escrito en EL PERIÓDICO. En mayo del 2010, Zapatero decidió su paquete de recortes (congelación de pensiones, rebaja de sueldos a los funcionarios, reducción de inversión pública, fin del cheque-bebé) porque no tenía otra salida. Porque los mercados -asustados por la crisis y Grecia- no querían prestarnos. Temían que España no pagara. Y teníamos que pedir dinero cada fin de mes para financiar un déficit público que se disparó por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria, la que permitió el «España va bien» de Aznar o el «hemos superado a Italia, vamos a por Francia» de Zapatero. Había que recortar desde dentro para serenar un poquito a los mercados -que no son malos, sino gestores de ahorros que temen perder su dinero- o solicitar (como Papandreu) caridad a Merkel y al FMI a cambio de renunciar a toda soberanía en política económica y social: el rescate. Y Zapatero dice que lo evitó -salvando sanidad, educación y seguro de desempleo- tres veces en 18 meses, y que a ello obedeció la pequeña reforma a la alemana de la Constitución de agosto del 2011 (tras la carta de Trichet), que hacía del déficit el enemigo nacional.

Esa es la razón del paquete de mayo del 2010, pero Zapatero, que había pecado de infinita soberbia, no convenció. Ni a la derecha de Rajoy (que no es Fraga pero vio ahí el nuevo referendo de la OTAN que haría, esta vez sí, naufragar al PSOE), ni a Artur Mas y Duran Lleida, que entendieron lo de mayo del 2010 pero se sintieron marginados de la reforma constitucional, ni a su partido, que obedeció con tanta disciplina como malhumor, ni por supuesto a los ciudadanos. Pero la culpa fue suya. Lo admite cuando escribe que no fue un error de la política de comunicación, sino que «falla aquello que hay que comunicar, que no es redondo ni rotundo, o que tu propia convicción interna no es suficiente para que quien lo escuche sienta seguridad y confianza. Todo eso se nota».

Zapatero confiesa así que tomó las decisiones impopulares que debía tomar con la convicción necesaria para hacerlo pero sin la suficiente para luchar por convencer a los ciudadanos. Por eso no fue ni una sola vez a TVE a las diez de la noche para explicarlas, aunque si tragó el cáliz de las sesiones parlamentarias. Consecuencia: ni el propio Zapatero creyó que pudiera repetir de candidato y los socialistas afrontaron las elecciones sin haber defendido con uñas y dientes lo que habían hecho. Deberían haber sabido que salvo milagro divino (y no es un partido de creyentes) iban a morder el polvo. Así fue. Pero la derrota no la asumió Zapatero (sin «convicción interna suficiente») sino el teniente Rubalcaba que todavía cree (quizá por tacticismo) que se podía haber evitado la reforma de la Constitución.

Zapatero tomó en el 2010 decisiones que derrotaron en el 2011 a un Rubalcaba que llegó a la campaña cual boxeador noqueado. Y ahora algunos superficiales (por ser amables) creen que la solución es solo poner a un chico, o una chica, más joven y más guapo/a, con gancho. No aceptan que la factura la seguirán pagando mientras no convenzan (y para ello deben antes asumirlo) que no había alternativa, que el paquete Zapatero era el mal menor. O hasta que a Rajoy las cosas le vayan tan mal que mayo del 2010 se recuerde como una piscina de agua termal, poco probable porque el capitalismo es cíclico y las crisis duran menos que las penas del infierno

La alergia de Zapatero a ir a TVE fue catastrófica pero hoy hay una pequeña ventaja. Para justificar los recortes en sanidad y educación, Rajoy predica que su gran mérito es haber evitado el rescate. Y eso, tras los 100.000 millones de rescate bancario. No los 50.000 millones de euros a los que querían forzar entonces tanto Strauss-Kahn desde el FMI como Merkel o TrichetRajoy confiesa que es un Zapatero corregido y aumentado. ¿Más taimado?