Ventana de socorro

Decepción e indignación

Lo que pasa es que el estado de ánimo de todos nosotros es de cabreo y desconfianza

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Me dijo que no le había gustado volver a casa. Que nosotros, sus paisanos, le parecíamos, después de un mes trabajando fuera, agresivos y desconsiderados. Que viajar en el metro, pedirse un café, arreglar los papeles del seguro, se le hacía duro, no por las tareas en sí, sino por la actitud de todos los que nos vemos implicados. No le había gustado regresar, porque en aquel otro país al que le llevó la necesidad económica, la gente era amable y parecía no tener prisa y eso hacía la convivencia mejor.

Yo le contesté que aquí lo que nos pasa es que estamos indignados, que el estado de ánimo general, seamos chicos, jóvenes, adultos o jubilados, es el cabreo y la desconfianza. Es el tono en la tele, la radio, la red y además, si no participas de la protesta, pareces un cursi o un conformista. Me contestó que sí, que también ella está indignada y por eso votó lo que votó, pero que hay algo más. Las dos nos quedamos calladas, pensando.

Entonces ella, después de dar otro sorbo de su té, me dijo que, a diferencia de los habitantes de aquel otro país, estamos indignados porque nos sentimos decepcionados, teníamos unas expectativas que no se han cumplido. «Tenemos el convencimiento de que mereceríamos algo mejor, pero, al final del día, la cuenta de lo que ponemos y lo que recibimos no sale. En el otro país en realidad son más pobres, pero esperan muy poco, quizá nada de sus gobernantes. Nosotros sí que esperamos».

Yo repuse que el problema no es solo la política, que a ese sentimiento de engaño se suman otros frentes: el laboral y el del consumo. Hasta hace unas décadas éramos pobres, con mortandad infantil y analfabetismo, y en poco tiempo dimos un giro brutal al son de unos eslóganes muy pegadizos, pero que no todas esas promesas se han cumplido.

Las compañías que nos venden los productos nos tratan como siervos en lugar de como clientes, para nuestros empleadores somos piezas prescindibles, los que quieren nuestros votos nos ignoran y estamos presos en un laberinto. Y así pasamos la tarde, charlando.