EL CONFLICTO CATALÁN

La debilidad del PP en Catalunya no facilita la salida

Mientras siga la anómala situación en la que el partido más importante de España es testimonial en Catalunya, las opciones para resolver la cuestión resultarán poco creíbles

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JUAN RODRÍGUEZ TERUEL

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La convocatoria de elecciones para el 21 de diciembre anunciada por el presidente Mariano Rajoy es una jugada maestra, según la opinión de la mayoría, pero ello no impedirá un pobre resultado para su partido. He ahí la mayor paradoja del 21-D.

La suerte del PP puede parecer un aspecto menor al lado de lo mucho que nos jugaremos ese día. Pero no lo es. Más bien al contrario: la posición de debilidad parlamentaria que ha acabado relegando al PP en Catalunya es uno de los factores que más han obstaculizado una acomodación efectiva de la cuestión catalana en el marco del Estado autonómico actual. Y mientras se mantenga esa anómala situación en la que el partido más importante de España es testimonial en Catalunya, las opciones para resolver el asunto resultarán poco creíbles.

Al igual que sucede en otros países con gran diversidad interna, en España los grandes partidos han contribuido a la integración del sistema de forma muy distinta. Fíjense en el PSOE. Gracias a la fusión entre el obrerismo no comunista y el catalanismo de centro-izquierda, el socialismo español contribuyó a canalizar buena parte de las demandas catalanas de autogobierno, a la vez que el PSC favorecía la lealtad hacia el Estado dentro del catalanismo.

El electorado catalán moderado

En la derecha no sucedió lo mismo. Tras el retorno de la democracia, UCD fue la principal opción para el electorado catalán moderado. Pero cuando se produjo su hundimiento, a diferencia del resto de España, fue CiU quien ganó sus votantes de centro con identidad dual, mientras que AP se quedaba como receptora del votante más conservador y españolista.

La corrupción y la aparición de Ciudadanos dificultan que el PP pueda participar en una reconstrucción del catalanismo de centroderecha

Esta evolución dejó una fuerte impronta en la evolución del PP catalán: le convirtió electoralmente en el partido del españolismo de derechas, un espacio insuficiente para disputar el poder. También tuvo consecuencias para el PP nacional: cuando llegó al gobierno, Catalunya se convirtió para el PP en un grupo parlamentario (CiU) que completaba o reforzaba su mayoría en el Congreso de los Diputados; y cuando regresó a la oposición, Catalunya fue el talón de Aquiles del PSOE adonde se debían dirigir todas las flechas. Una distancia emocional respecto a la mayoría social de Catalunya que sus adversarios nunca dejaron de alimentar.

El fin del 'procés' podría abrir una ventana de oportunidad para alterar esta trayectoria.  Sin un PP fuerte en Catalunya –y para ello, penetrado dentro del electorado catalanista- parece difícil que el Estado gane la empatía necesaria para afrontar con fuerza el pulso del soberanismo a largo plazo. Pero también reduce su capacidad de influencia para actuar en las cuestiones más divisivas de la sociedad catalana.

La corrupción y la aparición de Ciudadanos dificultan que el PP pueda participar en una reconstrucción del catalanismo de centroderecha. Y esto complica las opciones para una solución a la crisis política que no desemboque en una Catalunya belga, partida en dos comunidades. ¿Podría Ciudadanos tomar el relevo?