Dos miradas

Deber moral

Durante años, las víctimas de la pederastia callaron por una vergüenza fruto de la moral impuesta por la sociedad. Es un deber moral reparar el daño

EMMA RIVEROLA

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Los abusos deshonestos (tocamientos o masturbación) prescriben a los cinco años después de que la víctima menor de edad cumpla los 18 años. Las agresiones sexuales (penetración o felación) prescriben a los 10 años de la llegada del afectado a la edad adulta. Una de las víctimas que entrevista EL PERIÓDICO confiesa no haber tomado conciencia de la agresión sufrida hasta los 23 años. Intentó denunciarla, demasiado tarde. El agredido se lamenta de que los delitos de pederastia prescriban antes de que las víctimas sean capaces de asumir o tomar conciencia del trauma.

La prescripción de los delitos se justifica por seguridad jurídica, un concepto que protege a los ciudadanos frente a una maquinaria del Estado que podría perseguir hasta el infinito hechos cometidos mucho tiempo atrás. No todos los delitos prescriben al mismo tiempo. Y algunos nunca lo hacen, como los crímenes de lesa humanidad o el genocidio. Ante los casos de pederastia cabe preguntarse si la ley pone el foco en las víctimas o en los verdugos. Las víctimas son invisibles hasta que no toman conciencia o consiguen superar el trauma. En ese momento, topar con el muro de la prescripción es desterrarlos, de nuevo, al silencio, al olvido. Durante muchos años, las víctimas han callado, incluso para ellas mismas, por una vergüenza fruto de la moral impuesta por la sociedad. Ahora, es un deber moral que la sociedad repare el daño. También la justicia.