Análisis

El PP debe afrontar una urgente regeneración

ESPERANZA GARCÍA

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Estas elecciones, salvo contadas excepciones, no han sido unas elecciones municipales al uso. Apenas se han elegido alcaldes, se ha premiado o penalizado a los partidos políticos por su trayectoria del pasado inmediato. Mientras el bienestar gozaba de buena salud, la calidad de nuestra democracia era una exigencia de muy pocos ciudadanos. Estos últimos siete años en España han sido un largo camino de sufrimiento para muchas familias. Unas han conseguido volver a empezar mientras otras siguen errantes, en mitad de la polvareda del camino. La mayor crisis económica y social nunca sufrida en este país ha dejado heridas, y son muy profundas. Todo está interconectado y la política tiene también algo de estado de ánimo. Los partidos que no sepan detectarlo sufrirán mucho. En el ámbito nacional le ha ocurrido al PSOE y, en mayor medida, al PP, pese a que el bipartidismo sigue obteniendo el 52% de los votos emitidos.

El PSOE sigue sin consolidarse como una alternativa de gobierno frente a las listas más votadas que, en términos generales, siguen siendo populares. Podemos, a través de sus diferentes sucursales, ha sabido capitalizar el voto útil de la izquierda y seducir a gran parte de votantes socialistas. El papel del PSOE queda reducido a converger con Iglesias, reeditando los pactos del Tinell, versión nacional. ¿Veremos un caso como el de Andalucía en la alcaldía de Madrid? Algunos pactos en los despachos sirven para evitar que gobiernen los que ganaron en las urnas. ¿Será eso aplaudido o penalizado por la ciudadanía?

El votante del PP es exigente: piensa en su partido como equipo de gobierno, no como grupo de eterna oposición. Quiere a los mejores al frente de esos equipos. Personas de comportamiento ético y estético, con ilusión, con proyecto para ganar. Que su voto sea 'útil para' y 'ejemplo de'. Cuando alguna de esas variables falla (alcaldables con cinco legislaturas seguidas sin posibilidad de ganar o los que gobernaron mucho tiempo con borrones de corrupción en su gestión) optan por no ir a votar o votar castigo. Piden cambios, no tienen miedo al riesgo. Una parte de su votante es conservador, pero no lo es tanto como para votar muchos años a disgusto. Muchos de sus votantes son trabajadores autónomos y pequeños empresarios, acostumbrados al riesgo como algo habitual en su vida diaria.

En Catalunya la falta de mayoría social del independentismo muestra su cara en Barcelona provincia, donde se concentra el 75 % de la población catalana, con menos del 40% de apoyo a lo que se ha venido a llamar la 'cupvercgencia', y un pírrico 23% si nos centramos en el Barcelonés: Barcelona, Badalona, L'Hospitalet, Santa Coloma y Sant Adrià.

El PP y PSOE necesitan cambios. El primero con urgencia, regenerándose, ya que 2.500.000 de votos son una pérdida inasumible para un partido que aspira a gobernar de nuevo España. Ser el más votado y gestionar los estragos económicos no ha sido suficiente. El otro, menos presionado, reformulándose como voto útil de izquierdas. O lo hacen ellos o lo harán otros.