La clave

Manual del perfecto candidato 2.0

JUANCHO DUMALL

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El manual del perfecto candidato tradicional exigía fotos con niños, visita a algún laboratorio científico, abrazos con los incondicionales y dominó en mangas de camisa con los amigos de toda la vida. La posterior sofisticación de la política amplió ese abanico de citas imprescindibles en campaña. Había que dominar el registro dramático junto a las víctimas del terrorismo, el gesto patriótico en las videoconferencias con soldados en misiones en el extranjero y el tono desenfadado en la charleta con las estrellas del deporte. Pero en un más difícil todavía, el aspirante al poder tuvo que hacer un curso acelerado de telegenia para poder seducir desde la pequeña pantalla en los más variados formatos, desde la entrevista acaramelada de la tele mañanera al humor canalla de los talk shows de media noche.

Ni siquiera eso va a ser suficiente en la próxima campaña. Ir a casa de Bertín Osborne, bailar en El hormiguero o abrir el saloncito a Ana Rosa Quintana es una estrategia ya superada para una contienda que se vive como el partido de vuelta definitivo de las elecciones del 20-D. Lo que el público espera cara al 26-J es que los candidatos salten a la arena de los debates como gladiadores dispuestos a todo.

Pelea a cuatro bandas

Esta vez Mariano Rajoy no va a poder zafarse de la pelea a cuatro bandas, ni el momento estelar de la campaña será el cara a cara entre el presidente y Pedro Sánchez en el pupitre de Manuel Campo Vidal. Ahora queremos fuego graneado por la sencilla razón de que sabemos que para que no se repita la frustración de una legislatura fallida, uno de los cuatro luchadores tiene que morir en el combate. Solo así saldrán las cuentas para la formación de una mayoría de gobierno.

Con ese panorama, el candidato 2.0 tiene que preparar la escena. Y el único modo es el de polarizar la batalla reforzando la propia posición. No otra cosa ha intentado Albert Rivera al utilizar Caracas como un plató televisivo. Y por eso el PP ha lanzado la consigna de la radicalidad de Podemos, a la que solo puede hacer frente la sensatez de Rajoy. Por eso, en fin, el PSOE está tan incómodo en su difícil misión de tener los dos flancos abiertos.