La rueda

De Suárez a Pérez de los Cobos

ENRIC MARÍN

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Suárez es recordado por haber pilotado la salida del franquismo, haber legalizado el PCE y haber negociado el retorno del president Tarradellas. Nada de esto habría sido posible haciendo prevalecer una actitud legalista sobre el principio de legitimidad democrática. Esto le valió ser considerado un traidor por la derecha española.

Tan injusta fue aquella consideración como la avalancha de elogios interesados de estos días en boca de los herederos de aquella derecha. Impulsando la restauración provisional de la Generalitat, Suárez demostró coraje y astucia: quitaba la iniciativa a las izquierdas catalanas y cerraba el ciclo político marcado por el protagonismo de la Assemblea de Catalunya. Tácticamente, genial. El paso de los años, sin embargo, ayuda a objetivar los hechos. En términos simbólicos y políticos, lo más trascendente de aquella operación se resume en dos constataciones: que el restablecimiento de la Generalitat fue la única conexión de la transición con la legalidad republicana y que el reconocimiento de Catalunya como sujeto político es anterior a la Constitución del 78.

Por eso resulta insólito que hasta hoy el sistema político y cultural español no haya sabido reconocer y aceptar el carácter nacional de Catalunya. Cuando un desacreditado Tribunal Constitucional admitió a trámite el recurso contra la declaración soberanista del Parlament escogió ser parte del problema y no de la solución. Decretando inconstitucionalidades preventivas vuelve a oponerse legalidad a legitimidad democrática como hacían algunos posfranquistas reciclados. Y todo ello es inútil. Ni es sostenible negar el carácter nacional de Catalunya, ni en el actual contexto democrático europeo se puede imponer ningún principio de legalidad que entre en contradicción con el principio de legitimidad democrática.