Los jueves, economía

De Presupuestos, BCE y confianza

No hay que olvidar que las bases de la recuperación española se encuentran en gran parte en el exterior

JOSEP OLIVER ALONSO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Anteayer, el Parlamento aprobó la propuesta de Presupuestos para el 2016. Y con ello puede darse por finalizada la tormenta provocada por el dictamen de la Comisión Europea sobre la imposibilidad que España cumpla sus compromisos de reducción del déficit. Aunque aún escuecen las advertencias del comisario francés Pierre Moscovici, así como el rifirrafe entre este y Wolfang Schaüble, que se mostró opuesto a las críticas a España. ¡Vivir para ver! Finalmente, la Comisión aceptó el borrador del comisario y, formalmente, el Gobierno ha sido advertido de que la política presupuestaria para el 2016 puede no cumplir los requisitos de déficit, y superar ampliamente el 2,8% del Programa de Estabilidad.

Tras este esperpento de declaraciones de Moscovici, contradeclaraciones de Schaüble y afirmaciones tranquilizadoras de De Guindos, hay un par de elementos que merecen atención. El primero, la preocupación del Gobierno español acerca de la solidez de la recuperación en curso. No lo han afirmado de forma explícita en ninguna parte, pero de las propuestas fiscales para el 2016 o del desbloqueo, por ejemplo, de la inversión en carreteras ahora, parece deducirse que en Madrid comienzan a tentarse la ropa. Porque lo que se vislumbra no es especialmente atractivo. La caída de la confianza empresarial y la producción industrial en Alemania, la reducción del crecimiento de sus exportaciones, el menor avance del PIB de China y algunos preocupantes síntomas sobre precios, beneficios empresariales y actividad en EEUU, son factores a tener en cuenta. Hace bien el Gobierno en inquietarse, como lo indican las propias previsiones de crecimiento para el 2016, por debajo de las del 2015.

Y esta preocupación nos conduce al aspecto más sustantivo del conflicto Moscovici-Schaübel-De Guindos, escondido tras la espuma del debate. Que no es otro que el que atañe a los desequilibrios financieros (del sector público y del privado) que aún la economía española. De estos, el más urgente hoy es el de una deuda pública que, aproximadamente, alcanza ya el 100% del PIB. Y cuyo peso no nos aplasta por la generosidad alemana, en forma de unos tipos de interés del BCE extraordinariamente bajos. Tan reducidos que hace un par de días el Tesoro emitió letras a nueve meses ¡a tipos de interés negativos!, por vez primera en la historia. Así que, aunque el endeudamiento público en España nunca fue tan elevado, también es cierto que, con estos tipos, la carga financiera de esa deuda es de las menores de los últimos 30 años.

SUSPIRO DE ALIVIO

Cuando el BCE lanzó su famosa QE (Quantitative Easing, o expansión monetaria) en febrero de este año, anunciando que iba a comprar en el entorno de los 1,2 billones de euros de deuda, fundamentalmente pública, desde Madrid se lanzó un suspiro de alivio. A nadie amarga que el BCE le compre ¡100.000 millones de la deuda en circulación! ¡Vaya regalo! Pero desde Berlín se consideró que esta laxa política monetaria, que implicaba un reducido coste del capital y una pérdida de valor del euro, iba a relajar en demasía a los países del sur. Desde su punto de vista, las mejoras exportadoras que provengan de la caída del tipo de cambio, o las de las finanzas públicas derivadas de la reducción del precio del dinero, son espejismos. Que una vez desaparezcan nos situarían, otra vez, ante la dura realidad. Y, a la vista del reciente conflicto con nuestras finanzas públicas, esos temores se han confirmado.

Que España crece de nuevo es una obviedad. Pero lo es también que las bases de su recuperación están, fundamentalmente, en el exterior. De fuera nuestras fronteras procede el impulso que ha reducido sensiblemente las primas de riesgo y ha estimulado la entrada de capitales que explican, en una parte no menor, la mejora del sector residencial. Del exterior procede el euro débil, que está en parte tras la mejora exportadora del 2015. Y, sobre todo, en el exterior, y en concreto en Fránkfort, se ha construido la cúpula protectora de las inclemencias mundiales que tanto preocupan estos días.

Cierto es que España ha efectuado un esfuerzo considerable. Pero no nos confundamos como otras veces. No hagamos, como en diciembre del 2011- abril del 2012, cuando al recién estrenado Gobierno de Rajoy le pareció que su llegada explicaba la caída de la prima de riesgo. Lastimosamente no era así, sino la masiva intervención del BCE prestando a la banca española centenares de miles de millones de euros. Hoy, para suerte de todos, la situación ha mejorado. Pero no volvamos a las andadas. Y aprovechemos ahora para avanzar en la reducción de nuestro endeudamiento. La calma, y esta no es distinta, siempre precede a la tempestad. No vayamos a lamentarnos cuando esta regrese.