Peccata minuta

De 'mordidas' y mordiscos

JOAN OLLÉ

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Es sabido que el verano es menos pródigo en noticias que las estaciones frías. Despedimos la primavera con tres grandes titulares: abdicación del Rey, coronación de su hijo  (la monarquía es una enfermedad hereditaria) y ridículo de la Roja, única institución que reúne en una misma voluntad a madrileños, vascos, catalanes y otras gentes de la piel de toro: el gran tema que podría habernos tenido felizmente idiotizados un mes se nos había ido al garete y tuvimos que dedicar nuestra atención a asuntos menores, como el meteórico y chapucero (Posada dixit) aforamiento de Juan Carlos;  la cosa dio de sí algunos días, pero el mayoritario sí congresual lo echó todo a perder. Que los socialistas andasen mendigando un líder también nos aburría, por reiterado, como lo de Urdangarín Cristina; los tres pasan malos días y no es elegante hacer leña del árbol caído. (Por cierto, anteayer supimos que, así como Cristina protegía, presuntamente, a Iñaki, también la mujer de Oriol Pujol podría haber hecho causa común con su esposo. ¿Qué más queremos? !Realeza constitucionalista y plebeyos soberanistas en un mismo y transversal paquete! ¿Quién da más?).

El ansiado monstruo del lago Ness nos llegó, como la derrota y la samba, de Brasil, cuando el uruguayo Luis Suárez propinó un tremendo mordisco al defensa italiano Chiellini. !Canibalismo deportivo: la bomba! Tanto que Mujica, el muy austero presidente de Uruguay, lanzó un durísimo alegato a los dirigentes de la FIFA, en forma de insulto de dimensiones mucho mayores que la casucha en la que vive, por castigar al héroe nacional con cuatro meses, no poder representar a su país en nueve partidos internacionales e imponerle una multa que, si no eres futbolista, te puede destrozar la vida.

Pero lo realmente grave del asunto es que el Barça de Zubizarreta y Luis Enrique bebía los vientos por el delantero, y fue exactamente un segundo después del tercer mordisco del uruguayo -¿continuarán?- cuando el multimillonario mercado futbolístico se travistió de debate moral: ¿Es bueno alistar a un elemento no ejemplar para hijos y nietos a cambio de muchos posibles goles? ¿Nos conviene, tras los problemas de imagen que nos acarrearon las mordidas de Messi sénior y Neymar júnior, enredarnos en nuevos líos mandibulares?

Aplicar el reglamento

Suárez, como el Rey, ha hecho público propósito de enmienda. Chiellini no solo ha perdonado a su agresor, sino que considera excesivo el castigo. Muchos españoles no somos tan comprensivos con las mordidas de nuestros reyes, infantas ni políticos soberanistas y nos encantaría que, si se lo merecen -y parece que sí- el árbitro aplicase escrupulosamente el reglamento. Nos tememos lo peor.