Análisis

De la Luna a la Tierra

ANTONIO FRANCO

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Engolado en el hablar, un punto extravagante en las maneras, con un tupé que le daba aureola de arrogancia, pero buenísimo explicando las cosas y subrayando verbalmente lo importante. Así nos llegó en su momento en los años 60, Jesús Hermida, el primer gran periodista televisivo que hubo en España. Era un comunicador riguroso y llamativo, formado en la escuela de los diarios 'Informaciones' y 'Pueblo', que entendió inmediata e intuitivamente que ponerse ante una cámara era protagonizar un espectáculo personal, aunque el objetivo final fuese dar a conocer correctamente una noticia.

Los superficiales se fijaban solo en sus formas. En que si se escuchaba, en si ocupaba todo el espacio de la pantalla aunque apareciesen junto a él otras personas o imágenes de hechos. Pero Hermida era un señor que reflexionaba mientras hablaba, y eso, que le proporcionaba su particularísima cadencia oral, le diferenciaba de los presentadores o corresponsales que leían un papel o lo recitaban tras haberlo memorizado. «Está pasando ahora y ustedes lo están viendo, aunque se encuentren a miles de kilómetros de distancia». Con este resumen de la esencia de lo que podía hacer la televisión, Hermida arrasó en salas de estar, comedores y barras de los bares. Sabía lo que significaba la televisión como herramienta informativa en un país que hasta entonces solo había prestado atención al fútbol, programas de variedades y telefilmes.

Hermida acompañaba a las noticias. Les daba toques descriptivos, les sumaba pequeños análisis, y aportaba énfasis a lo que consideraba que no merecía pasar desapercibido. También sabía preguntar con intención cuando hacía entrevistas, y si su interlocutor no estaba a la altura lo dejaba a la altura del betún. Él era la televisión de aquella inicial modernidad: posiblemente lo habían parido en una fábrica de teles, casi seguro norteamericana, y lo del parto convencional en Ayamonte (Huelva) fue solo una simulación.

Cargado de virtudes

De su corresponsalía en Nueva York, aquella que lo convirtió en famoso por su retransmisión de la doble llegada del hombre a la Luna y de la tele al primer plano de la vida cotidiana, regresó a España cargado de las virtudes del mejor periodismo americano (precisión, falta de complejos, hambre de puntualidad al informar y devoción por las exclusivas). Y así como algunos periodistas secundarios cuando salían en pantalla se limitaban a hacer vieja radio televisada, él cuando hizo algunos programas radiofónicos conseguía transmitirle tanta viveza al micrófono que hacía televisión radiada, que no es en absoluto lo mismo.

También sabía 'pensar' televisión. Coincidí en muchas reuniones de trabajo con él cuando Antonio Asensio padre, editor de EL PERIÓDICO, se puso al frente de Antena 3 y a golpe de esfuerzo e imaginación logró revitalizar una cadena prácticamente muerta. En eso le ayudaron varios periodistas fundamentales; Asensio tenía muchas intuiciones acertadas sobre la comunicación por televisión, pero Hermida y Martín Ferrand, y luego Manuel Campo, le aportaron el conocimiento sistematizado que poseían del medio. Hicieron una programación atractiva y crearon unos equipos de trabajo formidables, pero sobre todo generaron Periodismo en mayúsculas, idóneo para aquellos años. Qué bien que lo hizo Hermida. ¡Pisó esta vez personalmente el planeta Tierra!