La clave

De Horta a Matignon

ALBERT SÁEZ

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Los medios que se afanan estos días en reivindicar la españolidad del nuevo primer ministro francés, Manuel Valls, y de la nueva alcaldesa de París, Anne Hidalgo, deberían izar menos banderas y ejercer algo más la autocrítica. Valls Hidalgo son el resultado de una descomunal capacidad española de autodestrucción. El padre del flamante primer ministro, el pintor Xavier Valls, marchó a París huyendo de la Barcelona gris de posguerra, aunque nunca dejó de volver todos los veranos a su Horta natal, donde seguía encontrando la inspiración. La familia de Hidalgo llegó a Francia con la inmigración económica de los 60 tras el fallido regreso de su abuelo republicano. Hoy, medio siglo después, Francia sigue dándoles a uno y a otro nuevas oportunidades, ahora en política, mientras que desde España vuelven a huir miles de jóvenes agobiados por la asfixia de una patria que no les da ninguna oportunidad. Más que orgullo, el asunto debería provocar vergüenza.

La grandeza francesa

Francia ha tenido históricamente más capacidad de atraer y cultivar talento que otros estados europeos. Han sido fieles a la laicidad del Estado, también en cuanto a la identidad, que han construido más por adhesión democrática de los ciudadanos que por adscripción patriótica. Ello no ha sido óbice para que fueran una máquina de demolición de la diversidad interna, pero han sido exquisitos en la adquisición de talento externo. No hay que dejar de ser ni de sentirse español para adquirir la nacionalidad francesa. Todo lo contrario que Alemania, que sostiene la supervivencia de la patria allí donde esté un hablante de la lengua.

Valls e Hidalgo no son una cuota sino el resultado de un sistema de protección social que garantiza la igualdad de oportunidades equiparando las rentas pero también respetando las identidades. Nada ni nadie es perfecto. Pero no es de recibo reivindicar el patriotismo de aquellos a los que se ha sido incapaz de dar cobijo desde el propio Estado. En tiempos líquidos, la identidad tiene que ver mucho más con la voluntad y con las oportunidades que con la genealogía. En Francia y aquí.