EXPLOTACIÓN INFANTIL

Dame tus manos

Precarios de aquí y explotados de allí, engranajes de una misma rueda de miseria

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EMMA RIVEROLA

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Sí, dámelas. Y también tu cansancio. Y tu hambre. Y tu salud. Dame tus horas de sueño y esos dedos pequeños y ágiles. Dame todo eso, pero no vengas. Te quiero ahí, en algún lugar donde no alcance mi conciencia.

Un programa de investigación de la BBC ha denunciado la existencia de fábricas en Turquía donde explotan a niños sirios refugiados. Turnos de 12 horas. Poco más de 1 euro por hora. Expuestos a productos químicos. Fábricas subcontratadas por primeras marcas de moda europeas…

Dame tus manos, pero no vengas. No te quiero. No quiero tu cuerpo como vecino. Ni tu acento en mi calle. Ni curarte si estás enfermo. Ni dejarte compartir el pupitre con mi hijo. Sí, es cierto. Él quizá viste la sudadera que tú confeccionas. O la camiseta de moda. O las zapatillas. O soy yo el que las calza. Pero así estamos, así nos quieren… 

RECELOS Y MIEDO

Los precarios de aquí necesitando a los explotados de allí. Ambos, engranajes de una misma rueda de miseria. Ambos, piezas engrasadas por los recelos y el miedo. Por eso no quiero que vengas. No quiero verte. No quiero pensarte. Así quizá me creo que ni siquiera existes. O que eres un rostro tras una pantalla.

Esas miradas que me encogen el ánimo. Que incluso me hacen derramar alguna lágrima. Lamentarme del mundo en que vivimos, de la mezquindad de los gobiernos, de la incapacidad de los políticos, de las injusticias de la vida... Sí, quizá llore por ti. Pero no vengas. Quédate ahí. Y dame tus manos.