Opus mei

Curas fusilados por ser rojos

josep Pernau

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Hay obispos en España que no levantan el brazo a lo fascista porque no se lleva, pero muy a gusto lo exhibirían si los tiempos fueran más propicios. Muchos creyentes habrán tenido noticia ahora de que en los años 1936 y 1937 tropas franquistas fusilaron a 14 sacerdotes vascos, de línea nacionalista, de los que nunca tuvo noticia el Vaticano ni la Conferencia Episcopal. Y si lo supieron, simularon que no se habían enterado. Como si no hubieran existido. Eran muertos sin sarcófago, de los que poco se hablaba, y los que sabían de ellos lo hacían en voz baja.

Los ha sacado ahora del recuerdo la Iglesia vasca, que, con la catedral de Vitoria a rebosar, ha celebrado una misa concelebrada por seis obispos, en la que se ha pedido perdón por lo olvidadizas que han sido las generaciones de aquellos años. Han tenido que pasar 73 años para que una mínima parte del clero se haya acordado de que ha habido hasta ahora una deuda pendiente con aquellos clérigos.

El franquismo impuso en lo religioso la norma de lo políticamente correcto, que era un control de calidad, del que había que examinarse en un seminario de reciclaje, cuyo lema era mitad monje, mitad soldado. Un deber de los obispos pasados por aquellos cursillos era el saludo brazo en alto, impuesto por el arzobispo de Toledo, cardenalGomà,nacido en el pueblo tarraconense de La Riba.

Todos se sometieron menos dos: el obispo de Vitoria,Mateo Múgica, y el arzobispo de Tarragona, cardenalFrancesc Vidal Barraquer.Prefirieron ser unos heterodoxos, con lo que esto significaba dentro del régimen, que ser unos sometidos a la voluntad del dictador. Sus historias se tenían que contar en voz baja, como las de los 14 sacerdotes vascos fusilados en un amanecer.