LA CLAVE
La CUP y el primer 'no'
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
El autodenominado 'proceso soberanista' revive cuando más muerto parece. En ocasiones, la supuesta resurrección proviene de una falsa agonía. En la tradición convergente permanece ese fatalismo sobreactuado que permitió al patriarca Pujol cosechar victorias in extremis ante la llegada de los comunistas, las mayorías absolutas de PSOE y PP o la irrupción de Maragall en el Parlament. Uno de sus alumnos más aventajados, Francesc Homs, intenta salvar los muebles del 26-J bajo amenaza del fin del 'proceso' a manos de los antisistema de la CUP. Una táctica legítima que está poniendo seriamente en cuestión la estrategia de Junts pel Sí, la lista única soberanista impulsada por Mas y el propio Homs.
Con todo, el gobierno de Puigdemont parece ahora seriamente amenazado. La CUP se ha puesto finalmente ante el espejo y no se gusta. Posiblemente porque la CUP que exhibieron ante los electores el 27-S respondía más a la personalidad de David Fernández –líder carismático, auténtico con los militantes y empático con el entorno- que a la naturaleza de la organización, un artefacto para unir en proyectos concretos municipales a sectores populares procedentes del desencanto de la Transición, el anarquismo republicano, el cristianismo de base, el comunismo postsoviético, el altermundismo de Portoalegre, el ecologismo alemán, la antiglobalización de Génova, el movimiento okupa, el no a la guerra de Irak, el 15-M, la PAH, etc… más el independentismo.
Pero la CUP es también un asunto generacional: nietos posmodernos aliados con abuelos republicanos contra los padres revisionistas del régimen del 78, traidores a las clases populares por ser cómplices de la corrupción. La CUP es hija del mayo del 68, de las 12 horas de Canet Rock, de los movimientos de renovación pedagógica, de la LOGSE…
Educados en un sano inconformismo, la crisis económica los ha perpetuado como activistas de manera que no están dispuestos a aceptar un 'no' por respuesta si sus deseos devienen contradictorios, la revolución y la independencia. A Junts pel Sí le ha tocado la misión histórica de darles el 'primer 'no' porque no'. Y lo llevan mal, como los padres progres con sus hijos adolescentes.
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