ANÁLISIS

El cumpleaños de papá

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Emilio Pérez de Rozas

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Le llaman Gattuso, ya se pueden imaginar por qué. El retaco es del Betis, perdido, como su padre, como su abuelo. Gattuso porque pelea todas las pelotas, porque trabaja para todos, porque, de vez en cuando, protagoniza un ramalazo técnico oculto, pero sobre todo porque no da un balón por perdido. Pero él no se engaña (y su padre Antonio, menos) no es un virtuoso, pero es el más honrado de los enanitos pequeños, de 7 años, que juegan en el barrio.

El otro día, sábado, claro, Gattuso, que es Ander, jugaba su partido semanal. Pero no era un encuentro cualquiera. Era el cumpleaños de su padre. Y Ander saltó al campo con el deseo ¿obsesión? de marcar un gol y dedicárselo a la grada, perdón, a papá.

El caso es que transcurrió la primera parte y no hubo manera de que Ander protagonizase su deseo. Y, en la reanudación, ¡cosa de niños! ¡cosa que soñadores! ¡ilusiones navideñas!, obsesionado como estaba con el regalo, sacó de centro, se apropió de la pelota, dribló a tres rivales, se midió con el portero y marcó un golazo. Cuando lo celebró y se fue a la grada a dedicárselo a su padre, Gattuso era el único del campito que no se había dado cuenta de que había marcado en propia puerta.

Ovación al goleador

Aturdido por regalarle a papá un gol, no se percató que habían cambiado de campo. Ni que decir tiene que el campito entero, bueno, ya saben, las familias, aplaudió la gesta como si fuese un gol auténtico. Lo fue, lo fue, lo fue. Tanto que Ander se desgastó el resto de partido para tratar de equilibrar la contienda, dando dos asistencia de gol, pero acabó perdiendo.

Se retiró cabizbajo, entre los aplausos de todos hacia todos. Me dicen que entre el público, bueno, entre las familias, estaba Gemma Nierga, que también aplaudió el gol del cumpleaños de papá. Como debe ser. Porque no hay mejor tarta de cumpleaños que un gol dedicado a papá.  Aunque sea en propia portería.