DOS MIRADAS / PEDERASTIA EN LOS MARISTAS

La culpa permanece

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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Siempre hay alguien dispuesto a borrar una pintada en la pared. Y ese alguien a menudo no se pregunta qué indujo al hacedor de pintadas en su arrebato nocturno, que es cuando se pintan. Borra lo que se pintó o lo que se escribió, y punto. Sin hacerse preguntas, sin más motivo que el cumplimiento de una obligación. Puede ser, sin embargo, que el que borra atesore tanto interés en borrar como el que tuvo el protagonista de la pintada en su afán de estamparla en la pared.

El segundo –un familiar de las víctimas, una víctima ya madura, un ciudadano indignado– no soportó que pasaran tantos años de silencio y de connivencia con el monstruo. El primero consideró que la pared de los Maristas de Sants no merecía ese cabreo. No borró con desgana sino con el ímpetu de quien quiere salvar el honor de la institución, ante la mirada atenta de los que salieron en defensa de esa Iglesia que debió intervenir, acusar y escandalizarse (como se escandalizó Jesús en el templo de Jerusalén), y que se sometió, sin embargo, al dictado del oscurantismo y del delito. Y aun peor: de la protección de los suyos ante la indefensión de los débiles. 

Pero la culpa permanece. No hay mano ni detergente que borren el espray de quien reclama justicia. Esa pintada es permanente en nuestro cerebro y reclama el peso de la ley contra la manta que quiso taparlo todo.