Un culebrón en Brasil

RAFAEL VILASANJUAN

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Hay crisis políticas, económicas, éticas o de liderazgo. La que está viviendo Brasil es una superposición de todas ellas y el proceso para destituir a la presidenta Dilma Rousseff no deja de ser un capitulo más, por ahora central, de una trama compleja que proyecta al gigante latinoamericano hacia el abismo.

En muy pocos años Brasil ha pasado de ser una economía emergente que lideraba foros internacionales y propuestas audaces a desvelar lo que hasta ahora permanecía oculto: un país tremendamente corrupto, con una economía que vivía de la burbuja de las materias primas que permitían al poder engrasar la compra de voluntades políticas. El fondo de la trama para destituir a la presidenta es ese, pero el hundimiento económico es lo que le ha llevado a este proceso.

Acusada de maquillar las cuentas con medidas ilegales, algo que ya hicieron casi todos sus predecesores, el proceso está promovido desde dentro por su propio vicepresidente, Michel Temer, y por el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, un político corrupto con comisiones del petróleo ya desveladas en Suiza.

Un culebrón tremendo que enfrenta a la presidenta con menor grado de popularidad de la historia, a un político corrupto y a su vicepresidente que ya había filtrado el discurso para sucederla antes de que el proceso se iniciara.

No es un hecho asilado, curiosamente el Parlamento de Brasil uno de los más corruptos del mundo –entre los democráticos- con un tercio de sus miembros acusados de algún delito, es el responsable de destituir a una presidenta a la que nadie ha encontrado delitos de corrupción o enriquecimiento. 

FALLO DEL SISTEMA

Todo un despropósito que anuncia que la confianza en Brasil todavía tiene recorrido hacia abajo y que aunque no se pueda calificar de golpe de estado por el valor democrático de los votos, sin duda no se aleja mucho del concepto de república bananera, tan propio de la región.

Sería inútil, no obstante, buscar culpas solo a un lado cuando lo que falla es todo el sistema. Dilma Rouseff esta siendo víctima de sus errores. Incapaz de proporcionar el liderazgo necesario para reformar y dirigir el país durante la peor recesión de las ultimas décadas, con ella, Brasil no solo ha seguido la senda de la recesión mundial, sino que además se ha hundido en la confianza internacional, tal vez el principal logro de su mentor Lula da Silva, ahora también en cuestión. Su incapacidad de negociar ha llevado a la ruptura con sus aliados, mientras el país se dividía sin ofrecer un solo proyecto compartido.

Mientras se apura el debate y la Cámara autoriza el proceso de destitución el culebrón no ha acabado. El problema es que aunque se da casi por seguro el relevo, la alternativa es peor. Si Michel Temer acaba sustituyendo a Rousseff, será un presidente sin legitimidad en un Parlamento que tampoco representa al país.

Por eso lo que menos importa ahora es el resultado. Sea cual sea el futuro de este proceso, la polarización será mayor y la capacidad de gobernar casi nula.