Cuestión de identidad

Messi intenta superar a Isco y Modric ante la mirada de Busquets.

Messi intenta superar a Isco y Modric ante la mirada de Busquets. / periodico

DAVID TORRAS

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El Barça nunca será el Madrid, capaz de salir del nicho al grito de Sergio Ramos. Nunca ha sido el Barça un equipo heroico, más bien al contrario, siempre más cerca de la melancolía y la resignación que de la furia y la rebeldía. Durante casi toda la vida, ese abandono relleno de victimismo le condenó a vagar sin títulos, sin saber muy bien quién era ni quién quería ser, con la identidad sociopolítica muy por encima de la futbolística, simbolizada en el més que un club, y que a menudo le llevaba a justificar su existencia con tal de ganar al Madrid por mas inalcanzable que fuera en la Liga. 

En los mejores tiempos, en los del Dream Team y en este nuevo siglo donde nadie ha estado a su altura, el Barça ha seguido sin parecerse al Madrid. Pero primero Cruyff y después quienes más fieles han sido al camino que marcó le han dado la identidad que no tenía. Cada uno a su manera pero bajo un estilo común, con el juego como origen de todo. Cuando mejor ha jugado más ha ganado. Así ha sometido al Madrid en todos estos años con repasos inolvidables y que arrojan un botín incuestionable: seis Ligas de las últimas ocho frente a una blanca. 

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La heroica no alcanzó nunca al balón cuando iba de Busquets Xavi, de Xavi a Iniesta, de Iniesta a Messi ni tampoco hace un año cuando voló en el 0-4 del Bernabéu. Y sin Leo. Pero con Iniesta, hilo conductor junto a Busquets de ese estilo singular que le ha hecho diferente a los demás. Nada habría sido igual sin Messi, el mejor de siempre, principio y fin, la pieza que lo une todo y que ahora da más sentido al tridente que nadie. Sin el 10, el 9 y el 11 no serían lo que son.  

De una semana a otra, Piqué ha pasado de apelar a la actitud a proclamar la necesidad de volver a jugar como antes para ser "imparables", sin que eso signifique echar la vista muy atrás. Este Barça es distinto al de Guardiola, por supuesto, y no le ha ido nada mal. Al contrario. Ha ganado 8 de 10 títulos. La cuestión es que este Barça empieza a alejarse también del que era no hace tanto y hoy es doblemente irreconocible: en la comparación con el estilo más ortodoxo y en la comparación con sí mismo, esa versión reconvertida por el peso del tridente. 

Con ellos la vida es mucho más fácil, pero no bastan para ganar siempre. El equipo ha ido dejando de hacer cosas y a la que el tridente no chuta, la falta de juego ha pasado del campo al marcador, sin el camuflaje que a menudo da la pegada. Ocurre también en el Madrid, pero ahí el debate futbolístico es menos dramático que en el Camp Nou donde según que comentarios se asocian a clanes nostálgicos. En territorio blanco se celebra el empate como una conquista y seis puntos parecen ya media Liga cuando, con el peor Barça, son poca cosa. Nada está perdido pero hay mucho que cambiar.

El Barça nunca será como el Madrid y, precisamente, por ser como son, cada uno elige a sus héroes. Ni un solo culé cambiaría a Messi por Cristiano, aunque más de un merengue vestiría a Leo de blanco. Y por más que salte Sergio Ramos en el último minuto, al Barça siempre le ha ido mejor encomendarse a Iniesta.