El bloqueo del proceso de investidura

Cuestión de hegemonía

El marco mental de la política de los últimos años lo diseñó Aznar y luego lo ha aplicado Rajoy

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ilustracion de leonard beard / periodico

JOAN PUIGCERCÓS

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No hay duda de que para ahuyentar a Mariano Rajoy y desbancar al PP del Gobierno español es indispensable un acuerdo de todos excepto Ciudadanos. Excluido el partido de Albert Rivera por su incompatibilidad con el de Pablo Iglesias, el entendimiento solo es posible mediante un pacto de PSOE y Podemos con las fuerzas nacionalistas, como PNV, e independentistas, como ERC y PDC. Pero la división interna del PSOE y la exigencia de los partidos catalanes de poner el referéndum sobre la mesa hacen muy difícil, por no decir imposible, un pacto de investidura.

Algunas voces, especialmente desde Catalunya y menos del resto del Estado, claman por una rebaja de la expectativa independentista para poder conseguir algo para Catalunya, estabilizar el Gobierno español y, de paso, desalojar a Rajoy de la Moncloa. Contra lo que algunos deben pensar, esta opinión no proviene de la tan repetida fatiga soberanista sino de sectores que o bien se han opuesto sistemáticamente al proceso independentista o bien han esperado parapetados la oportunidad de poder canalizar toda la presión independentista para conseguir algo.

Algo. Esta es la expresión que también utilizan federalistas y confederalistas de todos los pelajes ideológicos. La ausencia de una propuesta federalista real lleva a soluciones vagas, inconcretas e incluso estrambóticas. Algunas de ellas se han materializado en un programa electoral en forma de 'Ministerio para la plurinacionalidad' o la absurda idea de trasladar el Senado a Barcelona.

EL PROBLEMA SOCIALISTA

Pero donde radica el problema por un pacto entre la izquierda y los nacionalistas e independentistas para crear una nueva mayoría parlamentaria y un nuevo gobierno es en el seno del PSOE. Pedro Sánchez ya lleva meses sufriendo la presión de barones territoriales, de algunas viejas glorias y algunos grupos de comunicación para que ceda al PP y se abstenga en la votación para hacer presidente a Rajoy.

Sánchez está probando con muy poco tiempo y con dosis aumentadas la misma hiel que José Luis Rodríguez Zapatero sufrió con el proceso de aprobación del nuevo Estatut de Catalunya. De la contundente expresión desde el balcón de la Generalitat de «apoyaré el Estatuto que apruebe el parlamento de Catalunya» al recorte del Tribunal Constitucional pasando por la Comisión Constitucional del Congreso hubo una presión interna similar a la actual. Los mismos análisis y los mismos argumentos. Han cambiado algunos actores principales pero todo sigue igual. Donde antes estaban Rodríguez Ibarra Manuel Chaves ahora están Fernández Vara Susana Díaz.

El último presidente de Gobierno español socialista ni quiso ni pudo solucionar el problema que se había generado con el Estatut. Temas como el blindaje competencial en lengua y cultura, el reconocimiento de Catalunya como nación, el traspaso de las grandes infraestructuras o un sistema de financiación para Catalunya que terminara con la secular discriminación fueron atacados sistemáticamente por los mismos actores que ahora bloquean el margen de maniobra de la dirección federal del PSOE.

UNA IDEA DE ESPAÑA

Ya en ese debate se intuía la victoria y la hegemonía actual del PP. El día que Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre se fotografiaron radiantes junto a los madrileños que firmaban contra el Estatut comenzó la crisis del PSOE. Allí se cedió terreno a una idea de España y en una manera de gestionar las relaciones entre Catalunya y España. Desde ese momento el PSOE quedó sometido a la hegemonía política y cultural del PP, por no decir de la FAES. Y no solo en la relación con Catalunya.

Las líneas rojas que se marcaron a partir de ese momento también delimitaban el campo de pensamiento y acción en ámbitos como la economía, los derechos civiles y la lucha contra la corrupción. Pasaba eso exactamente en el ecuador del primer mandato de Rodríguez Zapatero. Como repite Joan Tardà, al bienio progresista, el de los matrimonios entre personas del mismo sexo o la retirada de las tropas de Irak, le siguió el bienio negro. Y allí se disolvió el discurso socialista.

Es cierto que las actitudes contrarias a las peticiones catalanas vienen de lejos, no entraremos ahora en el memorial de agravios. Pero quiero insistir en ese colosal error de la dirección del PSOE porque nos ayuda a entender la situación actual. El equipo de Pedro Sánchez, si sobrevive, no puede ofrecer nada a los independentistas catalanes. Ni siquiera puede contentar a aquellos que se conformarían con una mejora de la financiación. Simplemente no puede ni sentarse a negociar. El marco mental de la política española de estos últimos años lo ha diseñado Aznar y lo aplica Mariano Rajoy.