¡Cuerpo a tierra: vienen los nuestros!

Para Sánchez, claudicar ante las presiones internas y externas entregando el poder al PP equivaldría a borrar al PSOE del registro de partidos

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, y el líder del PSOE, Pedro Sánchez, en una imagen tomada el pasado año en Barcelona.

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, y el líder del PSOE, Pedro Sánchez, en una imagen tomada el pasado año en Barcelona. / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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En la muy meritoria pero tal vez mitificada transición española, el ministro Pío Cabanillas acuñó con su sorna gallega una frase que ilustraba a la perfección la guerra intestina que se libraba en la UCD: "¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!" De un tiempo a esta parte, el socialista Pedro Sánchez Pedro Sánchezse halla en permanente posición de cuerpo a tierra, a sabiendas de que la peor amenaza que se cierne sobre su liderazgo es, como diría Felipe González, la del "fuego amigo".

Exministros del PP, el PSOE y la UCD, incluido Pío Cabanillas hijo, fundaron hace meses la Fundación España Constitucional para abonar el terreno a un consenso constitucionalista frente a la amenaza independentista procedente de Catalunya. Los populares Eduardo Zaplana y Ángel Acebes y los socialistas Elena Salgado José Bono, entre otros, se han manifestado ahora a favor de una gran coalición PP-PSOE que aborde una reforma constitucional.

La 'vieja guardia' del PSOE, incluidos Alfonso Guerra y, según filtra su entorno, el propio González, se muestra partidaria de que Sánchez facilite con su abstención la entronización de un candidato del PP apoyado por Ciudadanos. Y otro tanto defienden no pocos barones socialistas, que abominan de un eventual apoyo de Podemos al que en cambio no hicieron ascos cuando lo precisaron para alcanzar el poder. Sánchez, según estas voces, debería renunciar por sentido de Estado a la investidura y posibilitar que gobierne la lista más votada. Ejercicio de responsabilidad que González interpretó de distinto modo en el tormentoso 1980, cuando, al objeto de desgastar a Adolfo Suárez y a una UCD en descomposición, presentó una moción de censura condenada al fracaso solo para afianzar su liderazgo.

Claudicación y disolución

Pese a cosechar, en circunstancias muy adversas, el peor resultado electoral de la historia del PSOE, el 20-D dejó en manos de Sánchez la posibilidad de entregar el poder a la derecha o de construir una alternativa de cambio. Este último, y no el primero, fue el mandato de sus votantes. Claudicar ante las presiones internas y externas equivaldría, pues, a borrar al PSOE del registro de partidos.