La metamorfosis

Alumnos del IES Viladomat de Barcelona, ayer, juegan en el patio frente a los barracones.

Alumnos del IES Viladomat de Barcelona, ayer, juegan en el patio frente a los barracones.

JENN DÍEZ

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Por primera vez en mi vida he sido miembro de jurado de un concurso de adolescentes. La franja de edad que me ha tocado está dividida en tres: va de los 11 a los 16. Los del medio, quizá los más templados, se preocupan de la realidad social actual: muchos cuentos intentan ponerse en la piel de los refugiados, de los que se exilian, de los marginados, de los que sufren acoso escolar. Los más pequeños -con una calidad que me ha sorprendido- están más preocupados por el cambio constante que están sufriendo. Quizá la mayoría de los relatos vienen condicionados por los institutos y un listado de propuestas, pero me ha impresionado la cantidad de cuentos que utilizan la primera persona para hablar de un animal.

De acuerdo, Kafka quizá tiene alguna cosa que ver, pero aunque en el instituto hayan leído 'La metamorfosis' y se hayan decidido a imitarlo, no deja de resultarme extraordinario. Son moscas, caracoles, gatos, halcones, escarabajos e incluso árboles. La segunda opción, cómo no, muy recurrentes no solo en la adolescencia: los sueños. En cualquier caso, parece que los de 11 y 12 se sienten fuera de lugar todo el tiempo. Los más mayores, también, pero de otro modo. El drama, la tristeza, una melancolía empalagosa y, cómo no, el desamor, son los temas preferidos.

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Si tienes oportunidad de leer a adolescentes, mides la sociedad, hacía dónde se dirige. Joan Sales y Roahl Dahl están entre los referentes de los relatos. La preocupación por los desfavorecidos. Y, en algunos casos, un lenguaje exquisito, trabajado, bien cuidado. Acabo de leer los más de cien relatos con una cierta esperanza, sabiendo, eso sí, que el perfil de adolescente que se presenta a un premio literario es un perfil minoritario... pero muy valioso. Igual que la música los acompañará toda la vida para poder razonar las cosas que no comprenden, estos alumnos de instituto con vocación de escritor han dado el primer paso hacia una adición de lo más saludable: buscar en el otro, un personaje ajeno, la respuesta a una pregunta no formulada.

La desesperación de los mayores, el desconcierto de los menores y la preocupación de los medianos me devuelven a aquellos momentos, primerizos, antes de los libros y los relatos y los poemas, cuando me parecía que me faltaba el aire y me consolaba con Bécquers, Nerudas y Benedettis.