El cambio en el Ayuntamiento

Cuatro retos para Barcelona en Comú

El gran desafío para el nuevo gobierno municipal es conseguir el apoyo de una mayoría social

JAUME BLASCO

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Antes de empezar a gobernar, Barcelona en Comú (BC) puede jactarse de unas cuantas proezas: un nuevo gobierno mayoritariamente 'outsider', la recuperación del genuino sentido del partido político como instrumento de una parte de la ciudadanía para acceder al poder (y no del poder para acceder a la ciudadanía), y el regreso a la democracia representativa de un buen número de ciudadanos que se sentían alienados de la política institucional (algunos, incluso, con un entusiasmo inusitado). Pero lo que BC no ha logrado es resolver el misterio del pluralismo, por el que la gente, incluso la 'común', tiene valores, intereses e ideas diferentes. La ciudad es hoy más plural que nunca, a juzgar por los resultados electorales, y si BC da por descontado que representa 'el pueblo' o 'la gente común', lo hará a riesgo de ser molestamente excluyente para una parte de la ciudadanía. El apoyo de una mayoría social no es, aún, un logro del nuevo gobierno municipal. Es su gran reto.

Por la misma regla de tres, si 'la gente entra en las instituciones' lo hará con todas sus contradicciones y conflictos. Los insomnes rezarán para que el nuevo consistorio restrinja el horario nocturno de las terrazas de los bares, y los noctámbulos y restauradores lo harán justo por el motivo contrario. Las decisiones que pasen por dar la razón a unos y quitársela a los otros (es decir, un cierto ejercicio de autoridad) serán más habituales que la búsqueda del bien común. Aun más, gobernar implica a menudo decidir entre diferentes formas del bien común. Al principio, es posible que se puedan dejar de hacer cosas 'malas' (menos F-1) para pasar a hacer 'buenas' (más becas comedor).

Un nuevo estilo de comunicación política

Pero muy pronto gobernar consistirá en dejar de hacer las 'buenas' para hacer las más prioritarias. La realidad y el presupuesto obligan: ¿más calidad o menos costo? ¿Mejor atención o más personas atendidas? ¿Servicios universales o con umbral de renta? Decidir las soluciones intermedias de la política generará ganadores y perdedores, satisfechos y decepcionados, también entre la misma 'gente común', que no siempre tiene prioridades homogéneas. Dado que no todo el mundo puede ganar, el segundo reto es encontrar un nuevo estilo de comunicación política que presuma de que la gente es lo suficientemente inteligente para entender los pros y contras de las decisiones, incluyendo los costes de oportunidad, aunque no esté de acuerdo. Enriquecer el debate político es caminar en dirección a la profundización democrática.

Hay un tercer reto: Hugh Heclo afirmó que gobernar no es solo mandar, sino también dudar. No es solo priorizar las demandas de los tuyos sobre las de los demás, sino también algo mucho más primario: llegar a saber qué quieren los que te han votado. De hecho, descubrir quién quiere qué, y qué se puede hacer. El mandato para un cambio transformador que ha recibido BC es evidente, pero qué debe implicar este cambio cuando bajamos al detalle de las políticas públicas, es bastante menos claro.

En este contexto, las «puertas y  ventanas de las instituciones abiertas a la ciudadanía» lo estarán especialmente para aquellos que sean capaces de dirigirse a ellas con los problemas mejor diagnosticados y las propuestas de solución mejor articuladas. Algo que suele estar más al alcance de los actores sociales, técnicos y académicos que se erigen como representantes de la ciudadanía, que los mismos ciudadanos. En este sentido, el reto para el nuevo gobierno municipal será saber discriminar, con criterio y sin prisas, entre las alternativas que se le presenten para evitar recaer en el viejo silogismo de la política: 'hay que hacer algo'. 'Esto es algo'. Por lo tanto, se debe hacer esto.

El fundamento de una actitud científica

Finalmente, que el leer no nos haga perder el escribir. Una parte de los problemas sociales que no han sido resueltos hasta ahora no ha sido solo por la incuria de gobiernos precedentes sino porque, colectivamente, no hemos sabido hacerlo mejor. Estaría bien oír al nuevo gobierno decir que quiere acabar con el problema de los sin techo (o con el de la contaminación, el fracaso educativo, o cualquier 'problema maldito'), pero que no sabe muy bien cómo hacerlo.

Además de ser honesto, sería el fundamento de una actitud científica, consistente no solo en poner recursos, sino también en pensar y ensayar innovaciones hasta tropezarse con una suficientemente buena. En un momento de inflamación política es difícil pensar en las políticas públicas en otros términos que no sean de expresión de la voluntad popular. Pero querer no siempre es poder. Y cuanto más complejo sea el problema, más difícil es que las soluciones funcionen tan bien en la práctica como sobre el papel. El último reto: no proclamar certezas allí donde no existen y conseguir combinar la repolitización de la vida pública con un gobierno más científico.