Cuando queríamos matar a Luis Enrique
Emilio Pérez de Rozas
Periodista
Licenciado en Ciencias de la Información por la UAB. Hijo de Carlos Pérez de Rozas, sobrino de Kike y Manolo Pérez de Rozas, integrantes de una auténtica saga de fotoperiodistas. Trabajó en Diario de Barcelona, fundador de El Periódico de Catalunya en 1978 también formó parte de la redacción en Catalunya del diario El País. Colaborador del diario deportivo Sport y vinculado al departamento de Deportes de la cadena COPE, que dirige Paco González. Emilio suele completar muchas de sus informaciones con sus propias fotos, en recuerdo a lo aprendido junto a su padre y tíos.
EMILIO PÉREZ DE ROZAS
Ha ocurrido este mediodía y es, sin duda, una señal de salud. De la salud de este Barça tan maltratado por las lesiones y no solo por las lesiones. La voz era de radio. De esas que impresionan, que cumple su función. La voz es ronca, profunda, acostumbrada a las ondas, inspiradora de misterios, consciente de que, en cuanto resuene en el altavoz, todos pensarán que lo que está sonando es muy serio. Y si, encima, se emite a través de RNE, ¡ojito! al sonido. No está dirigido, porque este periodista veterano tiene voz propia. Y resuena. Así que fue él quien tomó la palabra y mantuvo, se lo juro, uno de los diálogos más hermosos, divertidos y sorprendentes de la 'era Luis Enrique'.
Esa voz de tenor, la de Germán García, empezó su exposición elogiando que el Barça, pese a los contratiempos, las bajas por lesión, graves o menos graves, por sanción, por castigo de la FIFAFIFA, se mantenía líder de la LigaLiga, habiéndo sumado todos los puntos posibles "aunque se puede decir que el juego no es, de momento, todo lo brillante que nos tiene acostumbrados….”
Y Luis Enrique, extraño en él, novedoso, ¡fantásticamente innovador!, saltó como un jaguar sobre su presa, que seguía amarrado al micro, su única defensa. "¡Ah! ¿no te gusta nuestro juego?, sí, hombre, sí, sí te gusta, haz memoria, anda, haz memoria..” Y el periodista, con la voz firme, pero ya algo más quebradiza, añadió "…no me gusta, no como el año pasado”.
Y el míster, que nunca antes había aceptado un diálogo tan chulo, tan cómplice, tan original, tan normal, tan tertuliano, tan de Canaletes, tan de bar de 'Tapas', quiso divertirse más y más. "¿A qué altura del año pasado te refieres?”, inquirió Luis Enrique con contundencia, presagiando la respuesta y teniendo listo el misil tierra-tierra, 'dispara y olvida'. "Pues, por ejemplo, a estas alturas del año pasado”, matizó el periodista.
¡Y se lío! ¡Y Luis Enrique pareció un entrenador guay! Divertido, colega, secuaz, sicario del divertimento. "¿A estas alturas brillante, el año pasado? ¡Pero si me querías matar!”. Él, que hasta el momento había sido esquivo en la charla, fue tejiendo una minuciosa tela de araña en la que caímos todos. Y en todos provocó una enorme carcajada. Nos reímos todos, incluido Luis Enrique, que, sí, se había salido con la suya, recordándonos que le habíamos maltratado, pero sabedor de que, en efecto, tampoco en aquella época, aunque se niegue a reconocerlo, él se sentía feliz con los suyos.
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