EL ANFITEATRO

Cuando música y palabra no se encuentran

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ROSA MASSAGUÉ

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“Ópera, teatro musical o como quiera definirse”. Así es como la compositora Elena Mendoza y el libretista y director de escena Matthias Rebstock se refieren a su obra ‘La ciudad de las mentiras’ que ha tenido su estreno absoluto en el Teatro Real de Madrid. La ópera del siglo XXI difícilmente puede reproducir la misma estructura de la ópera decimonónica, pero toda búsqueda de nuevos lenguajes musicales y escénicos remite a la obra de arte total que ya defendía la Gesamtkunstwerk wagneriana aunque pese a los más contemporáneos. Y a esto aspira la obra de Mendoza-Rebstock que, según sus propias palabras, han concebido la idea, el texto, la música y la escena en paralelo.

Y aquí está el problema de esta obra. En el momento de la representación, los cuatro elementos citados deberían converger y no lo hacen. Se mantienen en paralelo. Música y libreto se encuentran pocas veces contrariamente a lo que cabe esperar de una obra musical y además están a distinta altura. Mientras la música tiene momentos de gran riqueza conceptual y sonora, el libreto no consigue hacer inteligible la trama que cuenta esta “Ciudad de las mentiras”.

La obra presenta cuatro historias protagonizadas por otras tantas mujeres que transcurren en el universo de ficción de Santa María creado por Juan Carlos Onetti. Son ‘El álbum’, ‘La novia robada’, ‘Un sueño realizado’ y ‘El infierno tan temido’. Son historias que en la pluma del escritor uruguayo se mueven entre la realidad y un toque de fantasía. Trasladadas al escenario en 15 escenas despiertan escasa emoción y menos ilusión.

Sobre las tablas del Real hay cantantes que apenas cantan, instrumentistas que casi no tocan, otros instrumentistas que tocan, recitan y cantan, y actores que declaman y cantan. El resultado de tanto intercambio de habilidades va en detrimento de la calidad interpretativa de todos. En el foso hay una orquesta reducida y en el palco real otro conjunto instrumental.

Por encima de estos elementos confusos se alza la música casi siempre atonal de Mendoza con momentos de gran interés, desde el acompañamiento de murmullos al tratamiento de la percusión, ya sea con instrumentos u objetos como ocurre con una partida de dominó o en un bar-restaurante. Pero también hay momentos tediosos.

Titus Engel dirigía desde el foso y Bettina Meyer firmaba la escenografía. El estreno se saldó con abucheos y aplausos, pero ni los unos ni los otros eran del tipo combativo.

Esta obra es un encargo del desaparecido director del Real, Gerard Mortier, y respondía a su voluntad de mostrar obras de compositores españoles. Mendoza (Sevilla, 1973), con un buen catálogo a sus espaldas, es Premio Nacional de Música (2010) y actualmente es catedrática de composición en la Universität der Künste, en Berlín. La compositora es bien conocida en Alemania lo que explicaba la numerosa presencia de críticos de aquel país la noche del estreno.

De Rebstock se conoce en Barcelona su ‘Oficina per a una vida postidèntica’, una muestra de ‘musiktheater’ que se presentó en la última edición del Festival Grec en la que colaboraba con música y vídeo la compositora Raquel García-Tomás.

MENOS ES MÁS

‘disPLACE’, la ópera de cámara compuesta por Joan Magrané y García-Tomás con libreto de Helena Tornero, es todo lo contrario de ‘La ciudad de las mentiras’. Estrenada en Viena, se ha presentado en los Teatros del Canal dentro de la programación del Real, tras su paso por el Arts Santa Mònica de Barcelona.

La historia que narra, el drama de los desahucios y la gentrificación (horrible ‘palabro’) de las ciudades fruto de la especulación inmobiliaria y de la avalancha del turismo masivo, se entiende de principio a fin. Es una historia llena de humanidad, una historia que no se queda en la simple emoción, indigna.

Con dos partes situadas en tiempos distintos, pero en el mismo espacio, cada una de ellas es obra de uno de los compositores. La música de Magrané acompaña y envuelve a la voz apoyada en dos instrumentos, viola y violonchelo. La de García-Tomás añade música electroacústica y recupera algunos motivos de la partitura de Magrané. Pese a la distinta autoría, todo fluye creando una unidad musical. En ‘disPLACE’ hay solo dos cantantes, Elena Copons y Sébastien Soules, que cantan, y en el caso de la soprano que lleva el peso de la obra, de forma excelente, bajo la batuta de Vinicius Kattah. La puesta en escena minimalista, pero muy eficaz, es de Peter Pawlik.

Ambas obras, ‘La casa de las mentiras’ y ‘disPLACE’, una desde la abundancia de medios y otra desde la estrechez, ilustran caminos de la música contemporánea para la escena. En este caso, menos es más.

‘La casa de las mentiras’, vista el 20 de febrero. ‘disPLACE’, el 19.