ANÁLISIS

Cuando Mariano encontró a Albert

Rajoy ha obtenido a buen precio los votos necesarios para perder a los puntos el primer intento de investidura y no caer noqueado como Sánchez

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ANTON LOSADA

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Ha salido como en las mejores comedias románticas de Hollywood. Todos sabíamos que el amor estaba en el aire y al final triunfaría pero hemos tenido que sufrir viéndoles pasar por toda clase de enredos, malentendidos y crisis que han puesto a prueba sus verdaderos sentimientos. Ha resultado intenso como en 'Oficial y Caballero', sufrido como en 'Dirty Dancing' y tierno como en 'Cuando Harry encontró a Sally'.

Para los anales de la comedia quedan los hilarantes enredos por la verdadera naturaleza de la corrupción, con las cómicas aclaraciones de José Manuel Villegas y el sorprendente momento que proporcionó contemplar cómo era el PP, el partido imputado y procesado, quien definía los límites del ser de la corrupción. Parece difícil superar el romántico momento de la comparecencia de Juan Carlos Girauta con el corazón no partío pero sí consternado. Tan inolvidable como el intento de presentar como una cesión arrancada por Ciudadanos el acuerdo sobre la elección directa de los alcaldes, una de las lloreras más repetidas por los populares durante años. Todos sabíamos que terminarían juntos y felices pero debe reconocerse a los guionistas su dedicado esfuerzo para darle algo de emoción a un argumento más que manido.

El desenlace no ha podido resultar más convencional. Al más puro estilo hollywoodense todos son dichosos. Mariano Rajoy ha obtenido a buen precio los votos necesarios para perder a los puntos el primer intento de investidura y no caer noqueado como Pedro Sánchez. Además, Ciudadanos le ha regalado el extra de un lavado completo para sus manchones de corrupción. Albert Rivera ha podido presentarse a la enésima rueda de prensa con el entusiasmo del vendedor y un puñado de concesiones tan bonitas como condicionadas a que se cumpla el déficit, o que el hada de Hacienda conceda el deseo de recuperar dinero de la amnistía fiscal. Ambos han obtenido además algo que ayer parecía lo más importante: cien titulares para bombardear las castigadas posiciones socialistas. 

No se engañen. Parece otra comedia de final feliz pero oculta bastante más. No estamos ante un arreglo de investidura sino ante un acuerdo de legislatura. PP y Ciudadanos buscan ser socios de gobierno aunque sin decirlo y sin que se note demasiado. No han llegado a un pacto de mínimos para investir a Rajoy y poner en marcha una legislatura sin mayorías donde todo  parecería negociable. A los demás no se les pide que dejen gobernar. Se les exige que abran paso a una mayoría y un programa de gobierno que consolida las políticas de austeridad y sufrimiento masivo ejecutadas por Rajoy al amparo de su mayoría absoluta, renueva la fe en el fetichismo del déficit, institucionaliza la precarización universal del mercado laboral y pone en marcha un proceso de recorporatización y recentralización política e institucional orientado a reforzar su poder allí donde pueda cuestionarlo cualquier alternativa, sea en el Congreso o sea en un Ayuntamiento. 

Mariano Rajoy le está funcionando el plan. Se presenta al primer asalto de la investidura con todos los ases en la manga. Si el PSOE no cede a la presión ahora, lo hará después de las elecciones gallegas y vascas. Y si aguanta, iremos a unos terceros comicios donde el Partido Popular se dará un auténtico banquete a costa de Ciudadanos mientras todos los demás vuelven a pelearse por quedar segundos. La izquierda se despista y la derecha gobierna y saca adelante su programa; ya saben, la vieja historia.