Cuando les vaya bien, ¡hagan algo!
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert
Sáez
Se cumplen treinta años de la integración de España en la UE, entonces aún Comunidad Económica Europea. Ha sido y es el gran consenso que ha permitido el progreso de este país. Al menos lo fue hasta el tijeretazo de mayo del 2010, cuando el PP se pasó las directrices europeas por el forro de la demagogia. Aún hoy, la vieja y la nueva política, los rupturistas y los inmovilistas, los independentistas y los unitaristas no se imaginan ni España ni Catalunya fuera de la UE. Pero encontrar sustento al europeismo en el día a día es una misión cada vez más imposible. ¿Cómo es posible celebrar dos cumbres de jefes de Estado y de Goberno de la UE en una misma semana sin tomar ninguna resolución sobre los grandes temas del momento: crisis griega, inmigración y, este viernes, terrorismo? Es sencillamente una vergüenza. Dejar pudrir los temas hasta que desaparezcan de la agenda comunicativa y social para evitar su impacto electoral negativo es dar gasolina a los crecientes populismos antieuropeistas, desde Le Pen hasta el bárbaro de Hungría.
Una guerra mediterránea
La cadena de atentados de este viernes en Francia, Túnez y Kuwait deja en evidencia que el Mediterráneo es el epicentro actual de la batalla entre el fanatismo que se ampara en el islam y los valores de la civilización occidental. Han pasado más de seis meses del atentado contra 'Charlie Hebdo' y Europa sigue sin tener ni una política antiterrorista ni una política migratoria clara y común. El numerito que han montado los Estados ante el plan de la Comisión para repartir a los refugiados que huyen de las barbaridades del Estado Islámico (EI) en Siria es simplemente deleznable y motivo de escarnio para los occidentales ante determinados sectores sensatos de la familia musulmana.
Europa ha de salir de su letargo. Lleva cuatro años atrapada en Grecia, a la defensiva, dejando sacrificar a una generación de jóvenes hiperformados, viendo como se extingue el Estado del bienestar, y contemplando la muerte en las pateras. El europeísmo debe alimentarse en el día a día y esta parálisis actual tiene un efecto fundamentalmente disuasorio.
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