Pequeño observatorio

Cuando el dinero no cabe en los bolsillos

¿Cómo se puede llevar impunemente cinco millones de euros encima?

La torre Eiffel, iluminada con los colores de la bandera nacional francesa, tras los atentados de París, el 16 de noviembre del 2015.

La torre Eiffel, iluminada con los colores de la bandera nacional francesa, tras los atentados de París, el 16 de noviembre del 2015. / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Seguramente los lectores compartirán conmigo la afirmación de que París es una ciudad única en muchos aspectos. Por si no tenía suficiente identidad ha adquirido un nuevo título: capital de los grandes robos. No robos vulgares, como se producen en todas las ciudades. Los periódicos han hablado hace pocos días de unos robos espectaculares si se tiene en cuenta que pocos ladrones están capacitados para emprender 'negocios' de este tipo.

La llegada a París de turistas que compran, o que ya llevan desde su país, una fortuna en joyas ha estimulado a los ladrones a perfeccionar su oficio. Han comprobado que las autopistas son un escenario adecuado para actuar. Más que la Torre Eiffel, donde se acumulan los mirones. Los atracadores obligan a que se detengan los turistas que han alquilado un automóvil de lujo en el aeropuerto para ir a la capital. Naturalmente, tienen una gran experiencia o habilidad para decidir qué coche vale la pena asaltar.

Puede parecer absurdo que aquellas mujeres riquísimas llevaran en su viaje al extranjero unas joyas de gran valor y unos collares que valían millones de euros. Pero es así. Las damas catarís de alta condición no se están de maletas lujosas ni de impresionantes automóviles Bentley. Y me pregunto: ¿se pueden llevar impunemente cinco millones de euros encima?

No soy experto en economía ni en transferencias -ni en trampas legales- pero creo que hay sistemas más fáciles, y en principio más seguros, de trasladar notables capitales. También me intriga saber cómo se pasa la aduana. Quizá los hombres y mujeres más ricos del mundo esquivan el control previo al embarque del avión. A mí me registraron minuciosamente cuando iba a hacer un viaje en avión a Europa del este. Me hicieron descalzarme y ¡encender una pipa! Querían comprobar que no escondía un explosivo. Una funcionaria muy amable dobló después, delicadamente, toda la ropa que me había desdoblado.