Cuando el conflicto se vuelve peligroso

Lo disparatado de la situación no quita gravedad al cada día más inevitable choque de trenes

EL 'PRESIDENT' Puigdemont, en el pleno de la pobreza de ayer.

EL 'PRESIDENT' Puigdemont, en el pleno de la pobreza de ayer.

JOAN TAPIA

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La desafección ha sido lenta pero matona. Hoy un poco mayor que ayer pero menor que mañana. En el 2006 media España (el PSOE) pactó un Estatut (sin azúcar) y Catalunya votó que quería seguir siendo de esa España (contra ERC y contra el PP). Pero en el 2010 la otra media España (el PP) se cargó parte de aquel Estatut a través de la sentencia del Constitucional mientras Zapatero, impotente o distraído, atendía como podía a la peor crisis económica desde 1929.

Luego todo ha ido de mal en peor. Media Catalunya (que se cree la buena) ha ido apostando por la independencia mientras el Gobierno de Madrid se parapetaba en la legalidad. Cierto, la democracia es el imperio de la ley, pero (lo dijo incluso Pérez de los Cobos, último presidente del Constitucional) los problemas políticos se deben resolver con diálogo y negociación.

Ahora Puigdemont asegura que la persistencia en el esfuerzo, que venció al terrorismo de ETA, acabará llevando a la independencia. Frase desafortunada de la que cabe deducir que el 1 de octubre no será el día D sino sólo un paso en el viaje a Itaca. Y a la vicepresidenta -que viaja mucho a Barcelona- no se le ocurre sino predecir que tras el 1 de octubre llegará la desaceleración y el sosiego. Será posible negociar. Dicho por quién es vicepresidenta desde el 2011, parece aquella tan conocida excusa de que hay que ponerse a dieta…a partir de mañana. Pero para Soraya el mañana sólo llegará tras los tres meses de las antiguas vacaciones escolares.

MALA CONCIENCIA SOCIALISTA

El PSC y el PSOE, que arrastran mala conciencia porque su proyecto de España plural se estrelló contra una doble pared -la sentencia del 2010 y la conversión de gran parte del catalanismo al independentismo- recuperan la idea de la nación de naciones y la plurinacionalidad que, con la ayuda de un poco de pragmatismo, podrían cambiar la ecuación. Muchos catalanes -sensatos- no aspiran tanto a una improbable independencia sino a más autogobierno, financiación justa e inversiones del Estado consecuentes.  

Pero -a ambas orillas del Ebro- el dogmatismo crece. En el PP ya gritan que el PSOE se “radicaliza” y que hablar de plurinacionalidad es ayudar al soberanismo. Y la guerra PP-PSOE, que ya mató el Estatut del 2006, hará más difícil cualquier acercamiento. Mientras tanto hay quien piensa que la querella contra Meritxell Borras por convocar un concurso para fabricar urnas, un obús contra el referéndum, resolverá un histórico conflicto para el que Ortega y Gasset prescribía la “conllevancia”. Pero la portavoz Neus Munté asegura con convicción que es una querella “sin base jurídica”. ¡Tranquilos! 

El conflicto es cada día más espeso. Ahora uno de los grandes padres de la izquierda de la transición, nada menos que Alfonso Guerra, desborda a Rajoy por la derecha y pide que se aplique ya el artículo 155 de la Constitución.                                                    

Hay días en que parece que aquello del “seny” fue un invento y que algunos años, en la península, el hombre no es un animal racional.