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Crowdfunding: confiando en el colectivo

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Ester Oliveras

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ObamaEl Cosmonauta y Star Citizen son ejemplos de políticos, películas y videojuegos que han prosperado gracias a aportaciones generadas por el crowdfunding. En los últimos años, iniciativas culturales, empresariales y políticas han podido elegir entre financiarse con unos pocos inversores profesionales o con muchas aportaciones de cantidad pequeña. En una época de crédito bancario muy restringido, la opción del crowdfunding apareció como un oasis en medio del desierto.

El origen del crowdfunding se encuentra en las microdonaciones para causas solidarias. Aunque también recuerda a la banca de la Italia renacentista, cuando las plazas de las ciudades se llenaban de mesas con prestamistas y prestatarios dispuestos a llegar a acuerdos beneficiosos para ambas partes. Aquella banca limitada en el espacio físico, ahora es virtual y global, gracias a la evolución de los sistemas de telecomunicación.

La clave del crowdfunding recae en el reparto del riesgo empresarial. A medida que crece el importe a invertir por parte de una única persona o institución, más estricta es la evaluación del riesgo que supone el proyecto. En cambio, una persona decidiendo si invierte 10 o 50 euros para ayudar a una cantante a sacar su próximo álbum, no requiere demasiada reflexión. Además, estas aportaciones suelen estar recompensadas con el mismo producto que se está financiando, convirtiendo a los inversores en consumidores anticipados y enviando así una señal al mercado sobre el potencial éxito del producto.

A veces, sin embargo, el aparente oasis del crowdfunding se puede convertir en sólo un espejismo. Las personas emprendedoras suelen pecar de exceso de optimismo, deslumbradas por el bajo coste de publicar el proyecto y la aparente difusión que supone el solo hecho de estar en la red. Los datos demuestran que, en muchos casos, habrá que revisar a la baja las previsiones en términos de rentabilidad y de tiempo de ejecución. Además, la capacidad de generación de financiación, sobre todo en los primeros estadios, todavía depende en cierto grado de las redes personales. Por lo tanto, dar a conocer el proyecto de manera tradicional en el entorno geográfico próximo no es una tarea que se pueda eliminar.

El crowdfunding no está limitado al mecenazgo de pequeños proyectos compensados con retribuciones en especie. Las empresas medianas y grandes también confían en la financiación colectiva, mediante la venta de acciones o el incremento de la deuda, a cambio de una retribución dineraria. La Ley de financiación empresarial aprobada en 2015 regula el funcionamiento y las garantías que deben ofrecer esta tipología específica de plataformas que, además, están sujetas a la aprobación y supervisión de la CNMV. El crowdfuding con retribuciones dinerarias goza de un volumen muy superior de inversión en comparación a los otros tipos, aunque ésta no aparece tanto en los medios.

La variedad y amplitud del crowdfunding es mareante. Desde proyectos de unos cientos de euros hasta 150 millones de dólares; de proyectos final de carrera a grandes corporaciones; de la financiación de revistas académicas a llamadas para la reconstrucción de ciudades afectadas por terremotos. La financiación colectiva está aquí para quedarse. Y por muchos años.