Gente corriente

Cristina Mata: «El yoga es el compromiso de autoconocerte»

Maestra de yoga. Formadora de profesores. Una práctica y un estilo de vida que, dice, no tienen edad.

«El yoga es el compromiso de autoconocerte»_MEDIA_3

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Olga Merino

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Cristina Mata (Barcelona, 1962) afirma que la principal misión de un profesor es inspirar al alumno y ser ho-

nesto. Imparte clases en Barcelona, en Equilibrium Instituto de Yoga.

—¿Tengo que llamarla yogui?

—Yo no me considero yogui. Estoy todavía en un proceso de aprendizaje y observo cuáles son mis puntos débiles. El trabajo nunca se acaba, y eso también es fascinante.

—Pero fue usted pionera.

—Hombre, pionera, no… El yoga empezó a introducirse aquí en los años 60, pero sí que cuando yo comencé, hace 20 años, no había tanta oferta y se veía aún como algo sectario. Elboomarrancó hacia el año 2000.

—¿Mucho farsante en su mundo?

—Sí, por desgracia. Mucho manipulador, aunque la enseñanza del yoga implica ser honesto.

—¿En qué beneficia la práctica?

—En lo físico, es bueno contra el insomnio y los dolores, como la artrosis; también mejora la circulación, refuerza los tejidos y flexibiliza el cuerpo. Se trabaja la respiración como base: inhalación, espiración.

—¿Y en lo mental?

—El problema número uno es el estrés. Cuando persiste un problema emocional o mental y se cronifica, acaba afectando a la parte física. Lo primero que te dicen en la clase de yoga es que cierres los ojos y observes tu respiración; todo lo vivido a lo largo del día lo dejas a un lado.

—Difícil…

—Estrés, inquietud, incertidumbre, altibajos, miedo en el ambiente… Al menos el yoga te ayuda a conectarte con el momento presente.

—Pero si no se llega a fin de mes, resulta complicado relajarse.

—Claro. Pero tendemos a hacer aún más grandes los problemas. Es en los momentos de dificultad cuando necesitamos estar en nuestro centro y no dejarnos arrastrar, intentar no precipitarnos, descansar y ver las posibilidades. Mantenerse en el silencio para tener más claridad.

—La cultura mediterránea tiene otras vías de relajación, ¿no? La siesta, un paseo por la playa…

—El ocio o una siesta le sentarán muy bien a su cuerpo, pero la diferencia está en que el yoga te hace ser consciente de todos tus procesos físicos y mentales. El yoga es un trabajo interior y el compromiso continuo de autoconocerte.

—¿A qué hora suele levantarse?

—Temprano, a las seis de la mañana. Lo primero que hago es sentarme en la cama y cantar elmaha mantra, que alaba la energía que preserva el universo. La tradición, las escrituras hinduistas de hace miles de años, dice que estamos en la época de la oscuridad. Dividen la existencia de la humanidad en cuatro épocas, y esta es la peor, lakali yuga, la de la corrupción y la ignorancia.

—Ni que lo diga... Si el yoga es un viaje, ¿qué encontró en el camino?

—A mí me salvó la vida. A los 16 años padecí unas crisis de ansiedad tremendas sin saber por qué. En plena adolescencia, me encontraba en un estado continuo de irritabilidad, no quería salir de casa y empecé a coger fobias. Me ahogaba en los sitios cerrados. Y esa situación duró mucho, hasta los 27 años. Aprendí a convivir con ella y a esconderla.

—Y empezó con el yoga.

—El primer día, cuando llegó el momento de la relajación, fue tremendo: empecé a sentir cómo me latía el corazón y solo pensaba en huir. Pero algo me dijo: «Continúa». Lo importante es la actitud y la fuerza de voluntad para superar los problemas.

—Ha encontrado una forma de vida.

—No ha sido fácil; como seres humanos, nuestras debilidades siempre asoman, pero al menos tienes mecanismos interiores para afrontarlos.

—¿Cómo se definiría?

—Soy persona. El yoga me ha enseñado que tengo que seguir el camino de la bondad. A veces cometo errores, porque todos tenemos una parte egoísta. Pero el yoga te hace de espejo: «Mira cómo has reaccionado», «mira qué estás diciendo». Todos los problemas del mundo vienen de la reacción. Antes de hablar, conviene que haya un margen de silencio.