Las elecciones del 26-J

Crisis de representación

Quizá hemos entrado en una era en la que la motivación de voto es cada vez menos ideológica y más emocional

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PERE VILANOVA

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Bien se podría empezar con una evocación literaria, aunque ligeramente recreada aquí por exigencias del guion. Iría más o menos así: «Toda Iberia (menos Portugal, nota del autor) está ocupada por los azules… ¿Toda? ¡No! Dos pueblitos siguen resistiendo ante tal marea expansiva, dos, Euskadi y Catalunya. Las legiones azules siguen avanzando por todas partes, pero se estrellan una y otra vez ante la tozudez de gascones y galos…». No hace falta que les diga quiénes son gascones y quiénes galos, y sobre todo, a ver quién identifica a nuestros Asterix y Obelix de turno… Pero el hecho es que el mapa de España, la otra noche, se iba tiñendo de azul, para llegar a casi todas partes. No había pasado nada igual desde junio de 1977, y antes ni les digo.

Lecciones de urgencia, varias. Una parte de una evidencia pero se equivoca de adversario. Las encuestas concentran toda la artillería, la de los que ganan y la de los que pierden, así como la de la gente corriente, contra… las encuestas, es decir, las empresas que se dedican a ello, así como contra los expertos afines. La verdad sea dicha, puede que una parte de la culpa del error -garrafal, es cierto- se pueda atribuir a cuestiones técnicas, de diseño de la muestra y cosas así. Pero en mi opinión la responsabilidad es de la gente: es muy difícil hacer buenas encuestas, porque si sumas los que no saben/no contestan, los que sí contestan pero no saben y los que no dicen la verdad porque mienten, se te va más de la mitad de la masa de encuestados. Por ejemplo, el porcentaje de gente que dijo que iría a votar seguro debía dejar la abstención en un 15% aproximadamente, y fue el doble y algo más. También salió dañado el producto velada electoral televisada, con varios y en muchos casos competentes tertulianos alargando durante horas más o menos los mismos argumentos, con la variante del suspense que se produjo cuando el PP empezó a subir como la espuma. Con el 20% de los votos escrutados se podía argumentar que la cosa oscilaría arriba y abajo hasta más o menos el 60% del escrutinio. Pues bien, al llegar al 50% el pescado estaba vendido.

TEORÍA DE LA ELECCIÓN RACIONAL

Otra víctima colateral es la teoría de la elección racional, que un amplio sector de las ciencias sociales tiene en alta estima. Problema: cada uno de los votantes tiene una versión propia de lo que es la elección racional. Por ejemplo, ¿puede ser que el Fernándezgate Fernándezgateno le haya costado ni un voto al PP? Eso parece, resultados en mano. ¿Por qué? Porque a la gente que ha votado al PP eso le da igual, o le importa mucho menos que otras cosas, como que no gane el PSOE o Podemos, o que no suba muy alto Ciudadanos, o simplemente por un mecanismo de autoidentificación individual y colectiva que, territorialmente, está muy arraigado en España.

¿Eso quiere decir que no se han producido cambios? Los ha habido, y bastantes, pero a otros niveles. Catalunya vuelve a ser de izquierdas, quién lo iba a decir. Convergència, ahora que ya sabe cómo se llama otra vez, por primera vez no gana en ninguna de las cuatro provincias catalanas, el sorpasso (este sí) que le ha hecho ERC es definitivo, y parece que está aquí para una larga temporada. No afecta en absoluto al resultado general (Congreso y Senado), porque lo que se llamó durante años Minoria Catalana decidió hace cuatro años pasar a ser irrelevante en el Parlamento español y ahora hay que vestir el fracaso de «desconexión».

DEL 'BREXIT' AL 26-J

Y más cambios habrá, dentro de los partidos, porque en estas elecciones, así a primera vista, gana el PP y no ganan todos los demás; es decir, que pierden. ERC o el PSC, con palabras distintas, intentan argumentar que se han «mantenido». O dentro del PSOE la señora Díaz debería -si funcionase esto de la elección racional- moderar sus prisas por llegar a la secretaría general. Para ello deberá explicar el porqué de sus muy pobres resultados en Andalucía.

Pero todo esto es una reflexión muy del día siguiente, cuando la mayoría de análisis se mueven por estas aguas, con los medios barriendo para acá o para allá según los casos. Habría que abrir otra línea de reflexión, más profunda, más estratégica, mirando estructuralmente al largo plazo. Me refiero a que hemos entrado quizá en otra era de la democracia representativa, en la que la motivación de voto es cada vez menos ideológico-partidista y cada vez más una mezcla de elementos emocionales (el voto anti, el voto contra), mientras parece perder fuerza el voto útil. Y sobre todo, la herencia de una crisis estructural, global, recurrente, define ahora unos perfiles de voto basados en la incertidumbre, es decir, el miedo, pues este aumento espectacular del voto al PP se parece al voto brexit. La diferencia está en que el brexit ya está generando el regretxit (los arrepentidos), y aquí, con todo lo que ha caído, ya ven, 14 diputados más…