La extrema derecha europea

El crecimiento sostenido del FN francés

El éxito del lepenismo se explica no solo por la crisis sino por la contemporización del PS y el gaullismo

SALVADOR MARTÍ PUIG

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¿Cómo es posible que en el país abanderado de la civilidad, el republicanismo y la laicidad, una formación como el Frente Nacional (FN) haya sido la más votada en la primera vuelta de las recientes elecciones regionales y haya puesto en vilo a todos los partidos en la segunda vuelta? ¿Será que casi siete millones de franceses se han vuelto de extrema derecha? Para responder estas preguntas es necesario analizar qué representa hoy el FN, cuál es el perfil de sus votantes y, finalmente, saber qué han hecho el resto de partidos del estatu quo francés para que dicho partido haya llegado hasta donde está.

Responder a la primera de las cuestiones -qué representa el FN- es más complejo de lo que a primera vista parece. El FN de hoy tiene muy poco que ver con el partido que Jean Marie Le Pen fundó en 1972, trufado de reaccionarios, antisemitas y nostálgicos del régimen de Vichy. Si bien el FN mantiene hoy todos los prejuicios raciales y su revisionismo histórico respecto del Holocausto, también es preciso anotar que ha cambiado radicalmente su postura respecto de la relación entre el Estado, el mercado y la sociedad. Esto es así hasta el punto de que hoy el FN mantiene un discurso a favor de la intervención del Estado y de la redistribución de la riqueza entre los más desfavorecidos (siempre, claro, que los beneficiarios sean «franceses autóctonos»). Es más, el FN enarbola desde hace ya unos años un discurso plebeyo que arremete contra la globalización, las condicionalidades de la Unión Europea y los privilegios de los burgueses y los tecnócratas. No en vano algunas encuestas sociológicas detectan la existencia de un sector de electores que a la par de ubicarse en la izquierda política votan al FN, fenómeno que el politólogo Pascal Perrineau ha calificado -no sin estupor- de 'gaucho-lepenisme'.

Lo arriba expuesto nos da alguna pista sobre el perfil sociodemográfico del votante del FN, si bien en estas últimas elecciones esta formación consiguió sufragios provenientes de todos los estratos sociales, de todas las regiones y de todas las generaciones. Sin embargo, es preciso anotar que los colectivos que más le votan son el de los jóvenes con vidas precarias y el de los mayores en situación de desempleo de larga duración, ambos con escasa formación reglada, mayoritariamente varones y con pocos recursos cognitivos para enfrentarse a un futuro incierto. No se trata, sin embargo, de un voto de clase ni de un voto obrero. Los obreros hace tiempo que desaparecieron (con la deslocalización y las crisis) y en su ausencia también se evaporaron las organizaciones de clase que los encuadraban en un mundo de mediaciones, contraprestaciones y certidumbres y los socializaban en los valores de la igualdad y la fraternidad. Además de ello, cabe señalar que el FN tiene un plus electoral en las localidades en las que los políticos se han visto envueltos en casos de corrupción.

LA DERECHA RADICAL

Hasta aquí podemos decir que los votantes del FN se parecen más a los que apoyan en otros rincones de Europa a partidos de derecha radical -como Verdaderos Finlandeses, el Partido de la Libertad de Austria, el Partido por la Libertad holandés o la Unión Democrática del Centro de Suiza- que a partidos de extrema derecha fascista como Fiamma Tricolore en Italia o Amanecer Dorado en Grecia. Sin embargo, el caso del FN es excepcional por su longevidad y por el crecimiento sostenido que ha experimentado a lo largo de los años. En este sentido, el hecho de que el FN haya llegado hasta donde está no solo hay que atribuirlo al contexto de crisis económica y social -que comparte con otros países del Viejo Continente- sino también a sus adversarios: los partidos políticos que han tenido responsabilidades de gobierno durante las dos últimas décadas, el Partido Socialista (PS) y, sobre todo, las diversas expresiones del gaullismo.

Han sido estas dos fuerzas las que -a la par que establecer un 'cinturón sanitario' en la segunda vuelta electoral para bloquear la llegada del FN al poder- también han ido incorporando progresivamente a su agenda política y su discurso muchos elementos del propio FN. A través de esta práctica, el PS y los gaullistas han 'naturalizado' discursos que criminalizan la inmigración, estigmatizan a quienes viven en las 'banlieues' y tildan de indeseables a los gitanos y a los refugiados. En esta línea, la reacción del Gobierno socialista ante los atentados del 13 de noviembre en París tampoco ha sido alentadora. Las declaraciones del primer ministro, Manuel Valls, diciendo que Francia está ante «un nuevo tipo de guerra, exterior e interior», y la prórroga por parte de la Asamblea Nacional del estado de emergencia durante tres meses más siguen dando alas al FN. 

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