El diablo de las armas y el referéndum

JOSÉ A. SOROLLA

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Por desgracia, nunca como hoy es tan cierta aquella frase de que a los referéndums, como a las armas, los carga el diablo. El asesinato de la diputada laborista y europeísta Jo Cox a manos de un presunto partidario del 'Brexit' (al parecer, gritó “Gran Bretaña primero” mientras atacaba a su víctima), se produce cuando falta una semana para la consulta a los británicos sobre su permanencia (remain) o su abandono (leave) de la UE. Es la dramática culminación de una campaña en la que los partidarios del 'Brexit' han llegado a decir barbaridades como la de comparar a la UE con el imperio de Hitler.

El diablo estaba ya cargando este referéndum antes del atentado. Fue una consulta que David Cameron planteó por razones de política interna (imponerse a los euroescépticos de su partido mediante una rebaja de las condiciones de la integración y ganar así las elecciones por mayoría absoluta) y con el arma presuntamente imbatible de las ventajas económicas de la pertenencia a la UE. Pero se estaba volviendo en su contra sobre todo porque la crisis de los refugiados se había convertido en el principal caballo de batalla de la campaña y en ese asunto la demagogia de los que ofrecen soluciones simples a problemas complejos tenían todas las de ganar.

El propio referéndum es en este caso un recurso democrático muy imperfecto precisamente porque hay que contestar con un 'sí' o un 'no' (respuesta simple) a un problema muy complejo (la pertenencia a la UE). Y lo cierto es que en los últimos días la ventaja en las encuestas ( no en las apuestas) de los partidarios del 'Brexit' no dejaba de crecer. ¿Revertirá el asesinato de Jo Cox esta tendencia? ¿Se volverá el atentado contra quienes defienden la salida del Reino Unido de la UE? Preguntas que, de momento, no tienen respuesta.

Pero la prueba de que el establishment favorable a la permanencia en la UE está aterrado es la aparición en escena de Gordon Brown para hacer el mismo papel que hizo ante el referéndum sobre Escocia. Días antes de la consulta, el 'sí' a la independencia escocesa ganaba en los sondeos y Brown, con un discurso de sentimientos positivos, alejado, como ahora, de la política del miedo, consiguió, junto a otras iniciativas, dar la vuelta a los pronósticos.

Todos divididos

No es seguro, sin embargo, que la historia se repita ahora porque entre el referéndum escocés y el del 'Brexit' hay sustanciales diferencias. En el de Escocia, los partidos conservador y laborista estaban unidos en contra de la independencia, mientras que frente a la UE todos están divididos: el Gobierno, los tories, los laboristas (oficialmente apoyan el 'Remain', pero también cuentan con euroescépticos) y los ciudadanos británicos. La imagen más evidente de la división tory es la del exalcalde de Londres Boris Johnson, máximo agitador del 'Brexit' con el objetivo de suceder a Cameron al frente del partido y del Gobierno.

Si gana el 'Brexit', Europa empezará a deconstruirse y las consecuencias políticas serán enormes, pero una victoria estrecha de los que quieren permanecer en la UE tampoco resolverá la crisis de identidad y de proyecto que azota a la construcción europea. La medida de cómo estamos la da el hecho de que ahora los europeístas se aferran a impedir el 'Brexit' como si fuera un éxito, olvidando las justas y duras críticas que suscitó el acuerdo entre Cameron y la UE sometido a referéndum porque significaba unas concesiones vergonzosas y vergonzantes (menos cesión de soberanía, menos derechos para los trabajadores comunitarios, nada de la libre circulación de Schengen ni de la moneda única) al Reino Unido.