Pequeño observatorio

Corbera d'Ebre, drama y museo

JOSEP MARIA ESPINÀS

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En la guerra de 1936-1939, el pueblo de Corbera d'Ebre fue terriblemente destruido. Vi, hace ya años, aquellos terribles escombros. Caminando por la Terra Alta llegué a Corbera. Desde lo alto de la colina, un escenario dramático. Presidido por un campanario extrañamente en pie todavía, pero si no recuerdo mal con las piedras malheridas.

Leo en este diario que se promueve la creación de unos centros museísticos de interpretación, que además de Corbera d'Ebre incluirán Vilalba dels Arcs, Pinell de Brai, Batea y La Fatarella.

Cuando leo estos nombres se me despierta la memoria, muy viva, de un viaje a pie ya muy lejano que me llevó por algunos escenarios de la guerra. Subí por las calles que llevaban hacia la parte elevada y antigua de Corbera, primero cómodamente, y de golpe me topé con los primeros escombros.

Lo que debía ser la calle Mayor era una acumulación de cascotes, que hacían pendiente. Entonces debían haber pasado unos 50 años desde que las casas se habían derrumbado. Un caos de piedras y maderas podridas que habían sido techos y ventanas.

En Corbera caían cada día cientos de bombas de mortero. Tengo anotado que la cota de Corbera cambió de manos cuatro veces en un solo día.

No he vuelto por allí, pero me veo todavía en un café de la carretera, hablando con unos testigos de lo que ocurrió en el pueblo que subía por la colina arriba.

Y me contaron algo angustioso. «Después de la guerra íbamos a desenterrar los obuses y las bombas. Algunos se sacaban un jornal. No se puede imaginar todo lo que se encontró en los viñedos. Y la gente que murió... Había bombas que explotaban cuando las recogían. Murieron muchos viejos y muchos niños. Y otros perdieron una pierna o un brazo...».

Esto me lo explicaban en el año 1988, si no me equivoco. Y un hombre del bar añadió: «Suerte que el año en que terminó la guerra no hizo mucho frío».