Copia física

La fijación continua de los ojos en un espacio reducido, luminoso o no, aunque la letra sea grande o pequeña, acaba provocando cansancio

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JOSEP MARIA FONALLERAS

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Hace unos días, 'The Guardian' publicaba un reportaje sobre el descenso de ventas de los ebooks. Es la bajada más notable desde que los libros electrónicos aparecieron como la solución definitiva a las bibliotecas de papel. El 17% menos de aparatos vendidos va ligado a lo que el diario califica como un 'return to print', es decir, «a la antigua moda de las novelas impresas». Tiene gracia que la califiquen así. Todo avanza a tal velocidad que ahora resulta que los libros digamos convencionales se mencionan como un reducto del pasado que vuelve.

Hay dos causas que justifican el descenso de los ebooks. La primera es obvia, se veía venir. Es lo que se denomina «fatiga de pantalla». La fijación continua de los ojos en un espacio reducido, luminoso o no, aunque la letra sea grande o pequeña, acaba provocando cansancio.

La segunda es más curiosa y hasta ahora no la había oído nunca. Rodeados como estamos de dispositivos móviles carísimos, arrastrar otro no hace sino encarecer el presupuesto. Además, en las situaciones en que normalmente se lee más por la vía electrónica (en viajes o en las vacaciones), el temor a perder el aparato (y la inversión) genera incomodidad y estrés. «En cambio», dice 'The Guardian', «una copia física de un libro es una herramienta de entretenimiento desechable de bajo coste». Si lo perdemos, no pasa nada. Lo encuentro fascinante. Sobre todo porque se trata de un consejo práctico y no de un elogio romántico de la letra impresa.