Súper Coco y la cooperación

MIQUEL CARRILLO

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Se abre el telón. Aparece nuestro amigo Súper Coco, ataviado de su inconfundible capa roja y su reluciente yelmo, que protege su piel de peluche azul de todo impacto contra el plató de Barrio Sésamo. Se dirige a nosotros: 'Hola niños, hoy os voy a contar que es la cooperación internacional'. Corre hacia un lado de la cámara y luego hacia el otros: 'Esto es cooperación. Esto no es cooperación'.

Por alguna razón que se nos escapa a todos, este sketch se perdió en los archivos de la productora del famoso programa y nunca fue emitido. Supongo que todos pensaron en su momento que era evidente el significado del concepto de 'Cooperación Internacional' y resultaba innecesario a todas luces poner a nuestro superhéroe de barrio (Sésamo) en todas nuestras pantallas para reiterarlo. Sin embargo, bien que se emitió uno sobre la diferencia entre 'arriba' y 'abajo': nunca está de más asegurarse de que la población y las mentes más preclaras de la sociedad han comprendido y hecho suyos las ideas más importantes.

Esta semana se ha concedido el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional a la Fundación Fulbright, la promotora del programa de becas internacionales con el mismo nombre, dirigido a facilitar el intercambio entre titulados universitarios estadounidenses y del resto del mundo. Entre sus competidores, este año se encontraba Antonio Guterres, como Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), o las Fuerzas Armadas de España, en el 25 aniversario de su primera participación en misiones de paz; el año pasado se barajó el nombre del Canal de Panamá, para que acabemos de situarnos.

Sin haber tenido ocasión de ser aleccionados por Súper Coco, uno puede darse cuenta de que hay algo que falla. No dudo que las miles y miles de becas Fulbright hayan cumplido una función de mucho valor, pero quizás el premio que se merezcan no deba llamarse de 'Cooperación Internacional', cuando quizás estén contribuyendo al drenaje de cerebros hacia EE.UU. Sea o no así, no es su objetivo desarrollar sistemas educativos potentes en los países cuyos nacionales se benefician de tales ayudas, lo que sí sería el objetivo de un programa de cooperación internacional. Sin comentarios sobre nuestro glorioso ejército o la séptima maravilla de la ingeniería civil en el istmo centroamericano, y sorpresa porque el elegido no sea el Sr. Guterres. Era la respuesta correcta, Sobera, no me líes.

Los partidos socialistas ya no son socialistas, los Premios Nóbel de la Paz hacen la guerra y las democracias solo admiten votaciones cada cuatro años. Sería importante recuperar y respetar el sentido de las palabras, porque tienen mucha importancia, sobre todo cuando las pronuncia y difunde alguien o algo de tanta proyección social y mediática como los Premios Príncipe de Asturias. Con este ejemplo y otros, es evidente que la expresión ha sido deconstruida y deambula de boca en boca carente de un significado claro.

Si creen que va a ser un lío cambiar carteles, publicaciones, vajilla y cubertería de plata para quitar el nombre, podemos hacerlo nosotros, los que nos dedicamos a esto de la Cooperación Internacional. A lo mejor lo necesitamos, para separar el grano de la paja y llamar a las cosas por su nombre, aunque ya no volvamos a ganar más premios en Oviedo ni subvenciones en Madrid. Durante décadas de comunicación, hemos intentado infructuosamente convencer a todo el mundo de que la cooperación era algo profundamente anclado en unos valores de justicia y equidad social, con un objetivo de transformación a largo plazo. Y va y viene Mr. Fulbright y se lleva en prime time el premio.

De lo que estoy seguro es de que, una vez elegido el nuevo concepto y su expresión, recurriremos a Súper Coco para que, esta vez, lo deje todo bien claro, queridos niños.