Teoría de la conspiración

A la vista de las reacciones del presidente del Gobierno («Hay quien intenta pescar en río revuelto a ver qué saca») y de su ministro del Interior («Yo soy la víctima») tras hacerse públicas grabaciones de una conversación en la que Jorge Fernández Díaz y el jefe de la Oficina Antifrau de Catalunya buscaban casos de corrupción que afectaran a políticos soberanistas, es fácil pronosticar que faltan dos telediarios para que la culpa la tenga Alfredo Pérez Rubalcaba y esos altos funcionarios del ministerio que solo obedecen al PSOE y buscan por todos los medios desalojar al PP del poder. La misma teoría de la conspiración que se armó tras el 11-M o como consecuencia de la instrucción del caso Gürtel («No hay una trama del PP; hay una trama contra el PP», dijo Rajoy en febrero del 2009).

Supongamos que al ministro le han tendido una trampa, como demostraría el hecho de que ha sido grabado en su propio despacho y que la conversación se hace pública a cinco días de la fecha electoral. Pues bien, eso en este caso sería un agravante del verdadero fondo del asunto: el uso de los aparatos del Estado para buscar corruptelas -ciertas o imaginarias- de políticos rivales. La cuestión esencial no es quién grabó, sino el desprecio al Estado de derecho que demuestra lo grabado.

En el que debería ser el último episodio de su carrera política, Fernández Díaz puede apuntarse varios tantos. Ha conseguido reanimar a los partidos independentistas catalanes, cuya campaña no terminaba de arrancar, y hacerlo con uno de los argumentos más valiosos para ERC y CDC: la persecución antidemocrática por el Estado. Ha transmitido la idea de que la lucha contra la corrupción está viciada de origen al poder ser teledirigida desde el poder político. Y ha conseguido dejar en ridículo a su entorno que ni siquiera sabe mantener la privacidad de las conversaciones del ministro en su despacho.

Impacto en las urnas

¿Tendrá mucho impacto en las urnas esta noticia? Imposible saberlo. Pero, más allá del 26-J, la alegre charla Fernández-De Alfonso da munición en Catalunya a quienes denuncian las trampas y falta de escrúpulos de un Estado hostil.