La celebración de Sant Jordi

Contra el 'vending' de los libros

Fastidia un poco que, puestos a hacer una fiesta, la hagamos en pos de la cantidad y no de la calidad

Diada de Sant Jordi      Ambiente en La Rambla

Diada de Sant Jordi Ambiente en La Rambla / periodico

ISABEL SUCUNZA

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Hace poco, a cinco días de Sant Jordi, salió un artículo en la prensa que anunciaba cuáles, según fuentes expertas consultadas (no indicaba los nombres), serán probablemente los libros más vendidos este 23 de abril tanto en ficción como no ficción, con sus respectivas subcategorías de catalán y castellano.

Nada nuevo: el libro lleno de consejos y mensajes optimistas de un famoso con cáncer, la enésima parte de una saga de literatura seudoromántica (la romántica de verdad, por época, por estilo, era otra cosa; esta es puro pastel), un volumen que ahora defiende la capacidad de autoayuda que esconde tener en el cajón los calcetines desparejados (cuando el año pasado lo que te iba a salvar la vida era precisamente tenerlos organizados no solo por parejas sino también dispuestos en hileras perfectamente rectas y por orden cromático)...; cosas así.

Fui leyendo el artículo sin demasiada sorpresa, con un aburrimiento creciente, de hecho, que acabó por hacer de mi lectura un ejercicio diagonal hasta que me encontré pensando que yo, si fuera Catalunya, me enfadaría muchísimo al descubrir que hay fuentes expertas, me da igual cuáles sean, que han decidido que yo voy a comprar esa mierda.

UN NEGOCIO CON MUCHA MÍSTICA

Hay mucha mística en torno a  este nuestro negocio libresco. Años y años de fomento de la lectura (de qué lectura da igual) a base de campañas institucionales resumidas en mensajes etéreos, vacíos, del tipo 'Leer es bueno', 'Si lees eres más feliz' o el generalísimo imperativo 'Regala cultura' parecen haber acabado imprimiéndonos en el subconsciente la idea de que cualquier cosa encuadernada, con un título, una portada y cuantas más páginas mejor, es considerada objetivamente una cosa buena.

Al mismo tiempo, se ha producido un efecto que viene a poner puertas a toda esta bondad de la lectura: si bien ha cuajado la idea de que leer mucho es beneficioso, también ha calado la de que si lees libros que no son los libros que todo el mundo conoce eres un esnob. Ahí tienen el mensaje final: leer es bueno, pero sin pasarse, sin decidir, sin investigar ni querer ir más allá de la lista de títulos machacaditos que te indica quién tiene más recursos para calar en los medios y en los paneles publicitarios.

TODO CONCENTRADO EN UN SOLO DÍA

Ahora es Sant Jordi, que vendría a ser como las rebajas: la gran liquidación, el remate de precios final del mundo editorial, todo concentrado en un solo día, además. No voy a decir nada en contra del patrón; es el día en que las librerías hacemos nuestro agosto, literalmente: en muchos casos, con lo que se gana esta jornada uno acaba pudiendo pagar el alquiler del local de aquel otro mes. Pero qué quieren que les diga, fastidia un poco que, puestos a hacer una fiesta, la hagamos estrictamente en pos de la cantidad olvidándonos de la calidad, y que tanto librerías como editoriales entremos tan al trapo con ello.

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Hace escasas horas, en el momento en que escribo esto, un grupo de librerías han emitido un comunicado en el que se quejan de cómo se encuentran con mil y una dificultades para recibir en sus tiendas las pilas de libros que desde ya hace días vienen de la editorial marcados como best-sellers de Sant Jordi por aquellos expertos anónimos que comentaba al principio del artículo.

Llevan razón en unas cuantas de las cosas que dicen: cómo algunos grandes grupos editoriales se alían antes con grandes superficies que con librerías independientes, la manera en que algunas distribuidoras dan prioridad a espacios que no son librerías sino sitios de consumo de masas es una de ellas. Pero pensemos un poco más allá: ¿quién querría ver convertida su librería en un sitio de consumo de masas? Hacen la distinción entre libros de 'venta difícil' y libros de 'venta fácil 'y hablan de que solo reciben ejemplares de los primeros.

Entiendo a lo que se refieren, pero, un momento, ¿el libro llega ya vendido? ¿La venta no la hace cada uno? Porque eso de 'venta fácil' suena a 'vending', a máquina de 'snacks' del metro, y es verdad que Sant Jordi se ha convertido un poco en eso: el 'vending' de los libros. Y quizá es contra eso, y no contra que a las librerías no nos lleguen los 'libros-snack', contra lo que nos tendríamos que posicionar la gente del oficio.

Este domingo, en la calle, vayan por donde vayan, se encontrarán con mesas y mesas de libros en venta. Busquen las que en el rótulo ponga 'librería' delante del nombre, allá encontrarán a un librero que sabrá decirles cuál de los libros que ofrece no es simplemente un tentempié. Cómprenselo todo a él.