Contra la unidad

El momento del proceso soberanista requiere voluntad de riesgo y audacia

ERNEST FOLCH

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El proceso choca contra la pared anunciada y en lugar de saltarla retrocede hasta Arenys 2009. Del referéndum hemos pasado a la consulta, y de la consulta a un proceso participativo, el último eufemismo rebajado que nos perseguirá hasta que nos persiga el siguiente. Catalunya está en un bucle, porque la incapacidad para desobedecer la legalidad que se dice combatir ha ido estrechando el camino como un embudo. La revolución, pero sin desobedecer: esta es la roca imposible donde se halla varado el barco que debía llevarnos a Ítaca. El Govern se autoinsufla metáforas heroicas mientras sus actos delatan un acatamiento quirúrgico del tribunal denostado, y nadie sabe todavía por qué no se ha ido directamente a unas elecciones plebiscitarias ni a santo de qué viene ganar tiempo cuando resultaba que se tenía tanta prisa. El abrupto cambio de rumbo, vestido de continuismo de la vieja consulta pero cambio brusco al fin y al cabo, llega con un nuevo concepto atado con una cuerda y que los voceros oficiales proclaman como una novedad a los cuatro vientos: unidad, unidad, unidad.

Excursión en solitario

Es curioso que el que se proclama principal valedor de la unidad sea precisamente quien la rompió unilateralmente la triste noche del lunes, cuando decidió sin ningún consenso iniciar una voluntarista excursión en solitario, sin ningún efecto. En pleno llamamiento a la unidad, aparece por sorpresa una candidatura con lista unitaria como el último eslabón necesario del proceso antes de la liberación definitiva, quizá antes de que se nos comunique que se trataba en realidad de un paso más para «cargarse de razones», como ya ha sucedido con el malogrado 9-N. Pero lo que hemos visto estos últimos años indica precisamente lo contrario, y es que el proceso ha avanzado de manera potente y efectiva con partidos unidos en un solo objetivo, pero separados ideológicamente como corresponde. En una sociedad compleja como la nuestra, apelar a listas conjuntas es una pésima estrategia electoral que solo resta, aparte de ser una entelequia que no tiene en cuenta que la revuelta catalana no es solo soberanista sino también social, hecho que imposibilita la convivencia en unas mismas siglas de partidos de orden y de organizaciones prerevolucionarias. Es más que suficiente ponerse de acuerdo en un punto del programa y dejar de tirar humo con tacticismos partidistas. Es como mínimo curioso que el president Mas se escude ahora en una unidad que se presenta como una finalidad en sí misma cuando todo el mundo conoce, y es profecía, su escandalosa desunión con Duran, algo que sí obstaculiza gravemente el proceso. Que no nos confundan: el momento requiere de voluntad de riesgo y audacia, y es su ausencia en las últimas semanas lo que nos ha llevado otra vez hasta la casilla de salida. Menos lecciones de unidad y más de valentía.