MIRADOR

Hacer el ridículo

JOAQUIM COLL

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En tiempos de la Unión Soviética, ante el hermetismo informativo del régimen comunista, en occidente había la figura del sovietólogo, el especialista en escrudiñar y sondear su posible evolución, sospesar los equilibrios internos y las tensiones ocultas. La verdad es que, con excepción de la politóloga francesa Carrère d'Encausse, casi nadie anticipó el abrupto colapso final. Pues bien, salvando todas las distancias, la agenda del Govern nos obliga también a muchos, querámoslo o no, a ejercer de extraños procesólogos, especialistas en analizar los quiebros del proceso sobiranista, obligados a lanzar hipótesis sobre si habrá urnas el 9-N o elecciones anticipadas en febrero y en qué condiciones. Es lamentable que la política catalana esté tan obsesionada en discutir cosas que no pasarán o cuyo escenario resulta tan hipotético y preste tan poca atención a las que están pasando. Y algunas tienen que ver con el mercadeo de concesiones, adjudicaciones y contratos de bienes públicos que gestiona la Generalitat.

Asimismo, es escandaloso el silencio mediático ante las nefastas consecuencias de la anunciada prórroga presupuestaría para el 2015. Es incomprensible que la misma mayoría en el Parlament que impulsa un proceso secesionista con incontables riesgos, no quiera asumir ninguno en la elaboración de unas nuevas cuentas, imprescindibles para gobernar con rigor y seriedad. Más aún cuando algunos insisten en que les mueve la ambición de querer un país «normal». Lo normal es hacer presupuestos, y no se harán porque ERC no quiere desgastarse y el Govern prefiere descargar su responsabilidad en otro lado. Es una pésima noticia para las partidas sociales que se verán recortadas linealmente o para los funcionarios catalanes, cuya paga extra pende de un hilo pese a los buenos deseos verbales de Andreu Mas-Colell. ¿Cómo piensa hacerlo posible con 600 millones menos de gasto? Los presupuestos son el instrumento para explicarlo.

A menos de una semana de la Diada lo que interesa es excitar los ánimos para que no decaiga la fiesta de cara a la V. La misma Joana Ortega que hace unas semanas echaba agua fría a las posibilidades de llevar a cabo la consulta, evidentemente por órdenes de Mas, esta semana informaba de que todo está ya listo y anunciaba la presencia de observadores internacionales. Pues bien, por favor, señora vicepresidenta invite ahora mismo a la OSCE, el organismo internacional que valora este tipo de procesos electorales, sin cuyo aval la consulta no puede aspirar a ningún reconocimiento exterior. Me temo que cuando a esos observadores les expliquen cómo piensan llevarla a cabo, en urnas de cartón y sin garantías democráticas electorales, la política nacionalista que nos gobierna volverá a hacer el ridículo.