Al contrataque

Conquista del espacio

MANEL FUENTES

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Los discos duros o el consumo en 'streaming' empiezan a cuestionar qué objetos tener en casa. ¿Libros de papel? ¿Deuvedés? ¿Cedés? Mirando lo que sostienen hoy las estanterías, el futuro pone en jaque hasta el mobiliario. Todo es revisable y minimizable. ¿Cuántas camisetas necesitamos? ¿Cuántas sillas o platos? La crisis nos ha abierto los ojos hacia un mundo colaborativo y conectado en red, donde algunas necesidades se pueden subsanar rápidamente con solo pedirlas.

Un grupo de WhatsApp nos garantiza sillas o vajilla para una noche con más invitados de lo que nuestro estoc podía cubrir. Batas para el colegio. Cochecitos de bebé. Así las cosas, hay que revisar el fondo de armario, porque ni lo necesitamos tan ancho, y a lo mejor, ni tan siquiera necesitamos armario. Un amigo mío no tiene cocina en casa ya que haciendo números, y sabiendo cómo son sus horarios, entendió que era una inversión que se podía ahorrar. Nos hemos quitado los complejos de pobre y ya no estamos tan pendientes de lo que tiene el vecino o del qué dirán. Hemos entendido que lo mejor es hacerse amigo del vecino.

Y la cosa se está extendiendo a todos los estratos sociales. ¿O no han escuchado la frase de que mejor que tener barco, es tener un amigo con uno? Pensar y consumir lo que realmente necesitamos, y no dejarlo en manos del deseo y los impulsos, nos hace poderosos y también cambia las reglas del juego. Empezamos a ser eficientes como consumidores y no solo como productores. Ahora queremos gastar solo por lo que realmente utilizamos. Minutos de garaje y no fracciones horarias arbitrarias. Potencia eléctrica suficiente para que todo funcione en casa y no más. Gigas, prestaciones del teléfono móvil, canciones concretas y no todo el álbum de música.

La copia y el original

Mucho de lo que compramos es para consumo electrónico. Tanto, que incluso ha llegado a poner en crisis el negocio tradicional del arte. Esta época digital, en la que la copia es igual que el original, nos proporciona ejemplos de un cierto patetismo de fin de ciclo.

Banksy, el enigmático artista que grafitea paredes con impactos visuales que desnudan con humor el corazón más oscuro del capitalismo o el alma de nuestra sociedad debe llevar tiempo muerto de risa cuando ve cómo trasladamos las paredes donde él ha pintado a las casas de subastas. Una de un pub de Brighton, donde se ven a dos 'bobbys' besándose, fue vendida por 575.000 dólares pese a que la plancha del grafito la debe tener el propio Bansky que, si quisiera, podría poner uno en cada pared de la ciudad.

Por tanto, qué valen las cosas y qué cosas necesitamos son dos preguntas que al planteárnoslas nos dan poder y nos sirven de gafas para mirar de cerca un mundo que de tan demencial resulta hasta cómico.