Rajoy se sobrevive a sí mismo
Sin un liderazgo deslumbrante, el secreto de su éxito ha sido una paciencia infinita para capitalizar los errores de sus enemigos internos y externos
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
El 18º congreso nacional del PPPP ha sido, según el guion previsto, un paseo militar. Por aclamación, Mariano Rajoy repite como presidente, sin contrapoderes internos y con una limitación de mandatos tan liviana que le permitiría seguir hasta el 2025, cuando cuente 70 años, la mitad de ellos en la dirección del PP. Un caso de longevidad política con pocos precedentes y digno de estudio.
En las fotos ajadas de la cúpula fundadora del PP, nacido en 1990 de las cenizas de la AP de Manuel Fraga, ya aparece el rostro de un jovencísimo Rajoy (35 años), pronto incorporado al núcleo dirigente junto a José María Aznar, Francisco Álvarez-Cascos, Rodrigo Rato, Javier Arenas y Jaime Mayor Oreja. Desembarcó luego en los gobiernos del PP, mientras en la sede del partido el tesorero Álvaro Lapuerta y su futuro sucesor, Luis Bárcenas, cumplían el cometido encomendado. Asumió más tarde la secretaría general y dos candidaturas frustradas a la Moncloa. Repelió una conjura en su contra. Resistió el estallido del 'caso Gürtel' proclamando que era "una trama contra el PP". Ganó unas elecciones por mayoría absoluta y dos, por ínfima mayoría. Y ahí sigue.
HEREDERO DE SU PROPIO LEGADO
Sin levantar la voz ni mover un solo músculo, Rajoy ha destruido (o permitido que se autodestruyan) a todos sus compañeros de viaje y adversarios políticos. Ninguno le ha sobrevivido, salvo el andaluz Arenas, al precio de resignarse a un discretísimo segundo plano. Ni siquiera Aznar, primero mentor, luego principal detractor y al fin condenado al papel de Pepito Grillo. Se sobrepuso al tóxico legado del aznarato, del que fue copartícipe. A las intrigas de quienes lo despreciaban y traicionaban. A la corrupción que anidó bajo la dirección a la que siempre había pertenecido. A la peor crisis económica e institucional que ha padecido España, y a los graves recortes sociales por él ejecutados. Rajoy, en suma, se ha sobrevivido a sí mismo.
Pero el secreto de su éxito no ha sido un liderazgo deslumbrante, sino una paciencia infinita para capitalizar los errores ajenos. En especial, los de una izquierda dividida y empeñada en perpetuarlo en el poder.
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