LAS DISPUTAS TERRITORIALES

La congelación en directo

En el espacio exsoviético y en Europa hay varios casos de conflictos de soberanía enquistados

ucrania

ucrania / periodico

ALBERT BRANCHADELL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El 27 de agosto las autoridades de la República de Moldavia celebraron por todo lo alto en Chisinau el 26º aniversario de la independencia de ese Estado. A pocos kilómetros de la capital, cruzando el río Dniéster, los festejos tuvieron escaso eco: allí se alza la República Moldava Pridnestroviana, más comúnmente conocida como Transnistria, un Estado independiente autoproclamado en 1990 que la comunidad internacional sigue considerando parte integrante de la República de Moldavia.

Desde el alto el fuego firmado en 1992, las rondas negociadoras para resolver el conflicto se han sucedido una tras otra, pero Transnistria sigue ahí, en el limbo de la legalidad internacional, casi más vieja que el Estado moldavo del cual se separó. 

Una premisa básica, de estos procesos es un desacuerdo fundamental sobre el poder goegráfico

Conflicto congelado

Transnistria es un ejemplo de lo que los expertos han venido a llamar conflicto congelado. En el espacio exsoviético hay unos cuantos aparte de Transnistria (Abjasia, Osetia del Sur y Nagorno Karabaj); en Chipre hay uno que data de 1974 (que el ingreso de Chipre en la UE no resolvió), y en la Europa estricta hay otras situaciones, como la de Irlanda del Norte, Kosovo o especialmente Bosnia y Herzegovina, que podrían analizarse desde este prisma. Los expertos se preguntan si ya hay que incorporar a la nómina de conflictos congelados las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, que han empezado a expedir pasaportes reconocidos por Rusia y caminan con paso decidido hacia su cuarto aniversario.

Lo interesante de Donetsk y Lugansk es que permiten presenciar en tiempo real cómo se va helando poco a poco lo que después termina siendo un conflicto congelado. Una premisa básica de los procesos de congelación es que debe existir un desacuerdo fundamental sobre la distribución territorial del poder. En el Chipre de 1974, los deseaban unirse a Grecia mientras que los otros preferían seguir siendo un Estado soberano.  

Anhelos contrarios

En la Moldavia de los 90, los unos anhelaban la reunificación con Rumanía mientras que los otros deseaban preservar los lazos con Rusia. En la Ucrania de la misma época, los unos impusieron un Estado unitario cuya esencia pasaba por la lengua ucraniana mientras que los otros se hubieran sentido más reconocidos en un Estado federal bilingüe. Naturalmente, un segundo ingrediente es la incapacidad de las partes discordes para imponer su punto de vista: por sí sola, Ucrania nunca reintegrará Donetsk y Lugansk (ni por supuesto Crimea), y por sí solos los secesionistas de esas dos regiones no lograrán consolidar su independencia.

Finalmente, no es posible olvidar la responsabilidad de los líderes que tienen el cometido de gestionar los conflictos planteados: si en Kíev no gobernara un chocolatero nacionalista metido en política y en las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk no mandaran sendos aventureros armados, seguramente habría más capacidad política general para negociar una solución que no fuera la absoluta independencia de ambos territorios ni su simple sometimiento al dictado de Kíev.