LA CLAVE

La confianza en Puigdemont

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ALBERT SÁEZ

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Apenas ocho meses después de acceder a la presidencia de la Generalitat, Carles Puigdemont afronta esta semana una moción de confianza autoimpuesta tras el fiasco de los presupuestos por el veto de la CUP. Estamos en el primer asalto de un combate a tres. La suerte del propio Puigdemont, de la legislatura catalana y del proceso independentista se juega en el resultado de la votación de esta semana en el Parlament, en las resoluciones del debate de política general de la que viene y en la aprobación -o al menos la tramitación- de los presupuestos en octubre. La moción de confianza es un género nuevo en el hemiciclo de la Ciutadella. El flamante 'president' lo aborda como un asunto personal: “la confianza no se negocia”, le dijo a la CUP. Sabe que ahí les juega mejor la partida de como lo hacía Mas, siempre sospechoso de converso. Puigdemont se juega esta semana la confianza no solo de la CUP sino también la de sus correligionarios, la de sus socios e incluso la de sus adversarios. Estamos ante un líder peculiar. No se ha pasado la vida anhelando el cargo que ahora tiene. Y no se cansa de repetir que desea abandonarlo lo antes posible con una única misión autoimpuesta: dejar al país al borde de la independencia.

Los cuperos ya han adelantado que le darán la confianza. Otra cosa es lo que le dejen hacer con ella. La confianza sin dinero -sin presupuestos- es papel mojado, al menos en la democracia capitalista en la que todavía vivimos. El reto de Puigdemont es lograr la confianza de la CUP sin perder la de la antigua CDC ni arriesgar la de Esquerra. El partido que ahora dirige Marta Pascal se debate entre convertirse en un mero club de fans del 'president' o marcar perfil iideológico propio para que el 'procés' no quede en manos de Junqueras y de la CUP. Lo que diga y lo que haga Puigdemont esta semana puede decantar a los suyos en un sentido o en otro. Mientras que un paso en falso puede acabar por inquietar a Esquerra que ahora vive en el mejor de los mundos posibles ocupando los salones del Govern y las plazas junto a la CUP y Podemos. Pero si Puigdemont se gana suficientes confianzas para salir airoso, los nervios saltarán a flor de piel